Archivo de la categoría: Comentario de actualidad

Medio milenio de la primera vuelta al mundo

LA GRAN AVENTURA Y BUENA SUERTE DE JUAN SEBASTIÁN ELCANO

El 8 de septiembre de 1522 llegó a Sevilla la nave Victoria con el capitán Juan Sebastián Elcano y veintitrés individuos a bordo, todo barbas y huesos. Seis eran indígenas de las islas de las especias y los otros dieciocho acababan de dar la vuelta al mundo. Eran los primeros humanes en circunvalar el globo terrestre, una proeza náutica, geográfica y económica de la que se van a cumplir 500 años. Unos dicen que aquel vasco de Getaria tuvo una suerte de mil diablos, y otros afirman que lo protegió la providencia, lo cual es válido para quienes creen que en el mar no hay ateos. Las vicisitudes de Elcano quedaron consignadas en los apuntes del aventurero italiano Antonio Pigafetta, uno de los pocos que salvaron el pellejo y regresaron con él a España. Su Relación del primer viaje alrededor del mundo, publicada en 1524, constituye la principal fuente informativa de aquella gesta.

Todo empezó cuando se personaron en Sevilla los hidalgos portugueses Fernando de Magallanes y su amigo Rui Falero. El primero, nacido de Oporto (Porto), ciudad vinícola que, unida a Gaia, en la otra orilla del Duero, acabó dando nombre al país (Portogaia y, para abreviar, Portugal). Magallanes era un reconocido navegante; había explorado las costas de Libia en el Mediterráneo y bogado hasta los confines del Atlántico. Ahora tenía el proyecto de llegar al “mar del Sur” (Océano Pacífico) desde Occidente, es decir, sin necesidad de bordear el continente africano ni de realizar la larga travesía por el océano Índico hasta aquellas Indias orientales de las que hablara Marco Polo. De nuevo reverdecía la obsesión de Cristóbal Colón de encontrar el camino más corto para llegar a las Indias, solo que ahora había que cruzar el Nuevo Mundo, aquellos territorios que unos sabios alemanes bautizaron con el nombre de América en honor al cronista Américo Bespucio, al que consideraron su descubridor.

Magallanes era consciente de la importancia de acortar el camino hasta el mar del Sur. Importancia política y económica, se entiende. Para entonces los portugueses seguían la ruta de Oriente y habían llegado hasta las islas Marianas (hoy de Estados Unidos). Se trataba de un archipiélago volcánico (quince cumbres formadas por cráteres pueden contarse en esas islas del Pacífico) al que los colonizadores españoles darían nombre en el siglo XVII en honor a la reina consorte Mariana de Austria. Magallanes expuso su proyecto de buscar un camino más corto para llegar a las Indias al rey don Manuel de Portugal, pero éste lo despreció. Y puesto que uno no puede apreciar a quien lo desprecia, decidió abandonar su país y se naturalizó español.

El bravo portugués no estaba solo, pues, además de su amigo Falero, contaba con la amistad y confianza del acaudalado mercader español Cristóbal de Haro, afincado en Burgos. La familia de este Cristóbal había amasado una fortuna con la exportación de lana de las ovejas merinas, que eran la principal fuente de riqueza en España y llegaba desde los puertos de Bilbao y de Cantabria a las principales hilanderías del continente y las islas Británicas. El propio Cristobal y su hermano Diego habían obtenido grandes beneficios como compradores y vendedores de las simientes y especias que llegaban a Lisboa desde las Indias orientales. Magallanes conoció a Cristobal en la capital portuguesa, y el mercader no dudó en compartir y apoyar el proyecto del gran navegante e intrépido explorador de buscar un camino más corto para llegar a las islas de las especias.

Con palabras de hoy se diría que Magallanes y Falero tenían en España al mejor patrocinador posible. Y puesto que los Haro mantenían una estupenda relación con Carlos I (después V de Alemania), pues no en vano habían sufragado muchas de sus necesidades, Cristobal acompañó a Magallanes a Valladolid para abordar con el emperador el proyecto de organizar una expedición para buscar un paso hacia el mar del Sur. Las informaciones y los datos que aportaron convencieron al emperador de la viabilidad y rentabilidad de la empresa.

Jugaban a favor de Magallanes los fallidos intentos de Vicente Yáñez Pinzón, el primero en cortar la equinocial por Occidente en el año 1500, de llegar al Pacífico. Yáñez lo intentó de nuevo en 1514, pero no lo consiguió. Su lugarteniente Solís, que iba con él, realizó un tercer intento y no regresó. “Todos sabemos lo que pasó –decía el capitán de navío Francisco Javier de Salas en 1879 en la Sociedad Geográfica de Madrid–: “Fue devorado por los indígenas en el río al que dio nombre y conócese hoy con el de la Plata”.

Y también jugaba, claro está, la ambición imperial de la época y la mentalidad dominante (avarienta) de clérigos, caballeros y mercaderes. El único problema en la negociación con el monarca era el reparto de los costes de la expedición. Aunque hay distintas versiones, parece ser que los Haro sufragaron el coste de los barcos y el rey el armamento y las provisiones. De este modo se ofició en Valladolid el 22 de marzo de 1518 la formación de “la Armada de las Molucas”, compuesta por cinco naves y capitaneada por Fernando de Magallanes, quien, al servicio del imperio español, recibía el cargo de gobernador de todas las tierras y gentes que descubriese y conquistase.

Año y medio después, Magallanes y Falero lo tenían todo dispuesto para zarpar. Sevilla era un hormiguero de buscavidas, espadachines, aventureros y experimentados navegantes, y les resultó fácil reclutar las tripulaciones. Más difícil fue para Magallanes resistirse al amor de una mujer. Se casaron y tuvieron un hijo que, al contrario del Telémaco de Ulises, no volvería a ver jamás. Desprovistos de la protección de la diosa Atenea, de glaucos ojos, padre e hijo morirían el mismo año. La madre falleció un año después.

Todos los nombres

Las cinco naves fueron saliendo de los astilleros y el puerto de Sevilla hacia Sanlúcar de Barrameda (Cádiz), donde ultimaron los ajustes, completaron el aprovisionamiento y se hicieron a la mar el 27 de septiembre de 1519. Formaban la dotación 239 individuos. El almirante Magallanes iba al frente de la Trinidad. Y sus capitanes eran Juan Serrano (portugués de nacimiento, al mando de la nave Santiago), Juan de Cartagena (de la San Antonio), Luis de Mendoza (jefe de la Victoria y tesorero de la expedición) y Gaspar de Quesada al mando de la Concepción, con Juan Sebastián Elcano como maestre.

Por cierto que en las listas de la Casa de Contratación de Sevilla, el argonauta vasco aparece escrito de tres formas: Juan Sebastián del Cano, Juan Sebastián de Elcano y Juan Sebastián sin más. A ellas ha de añadirse Elkano en el euskera de nuestro tiempo. A los efectos de la gesta, tanto da. Después de todo, quien se hartó de bautizar, como enseguida veremos, fue su superior Magallanes.

Tocaron tierra en la isla de Tenerife (Canarias), donde se agregaron varios guanches, cruzaron el océano, recalaron en Recife y llegaron a Río de Janeiro (Brasil) el 13 de diciembre. Allí se agregaron más individuos hasta completar 265 hombres. Levaron anclas a comienzos de 1920 y navegaron hacia el sur bordeando la costa hasta la desembocadura del río de la Plata. Aquella inmensa lengua de agua indujo a Magallanes a suponer que era el camino hacia el mar del Sur, aunque enseguida se dio cuenta del error y ordenó a la flota virar hacia aguas saladas. Los españoles ya habían fundado allí la colonia de Santa María de los Buenos Aires.

Las diferencias, celos, piques y disputas entre españoles y portugueses eran constantes en algunas naves y los temporales, las enfermedades y la escasez de alimentos enconaban los ánimos de los navegantes. Sin embargo, a pesar de algunos errores, nadie discutía la autoridad de Magallanes. Pero el tiempo empeoraba, el invierno se echaba encima y la situación era más difícil cada día, así que el 31 de marzo Magallanes decidió recalar en una gran bahía. La bautizó con el nombre de Puerto de San Julián, le pareció un buen sitio para pasar el invierno y ordenó desembarcar.

Durante los cinco meses de estancia en aquella bahía, al abrigo de las tempestades a mar abierto y con varios islotes protectores, se fue a pique la nave Santiago que mandaba el capitán Serrano. La zona, hoy conocida como Mar de Argentina, en el norte de la Patagonia, era, en realidad, fría e inhóspita. Es probable que la configuración de aquel territorio llevara a Magallanes a pensar que se hallaban ante el paso natural que estaba buscando hacia el mar del Sur. Pero no fue así; la bahía se cerraba unos cientos de millas al sur. No tenía continuidad.

Los capitanes empezaban a estar hartos de los errores del capitán general. Varios de ellos se conjuraron para quitarle de en medio. Según contó Pigafetta, los traidores eran Juan de Cartagena, veedor de la escuadra y capitán de la San Antonio; Luis de Mendoza, tesorero y capitán de la Victoria; Antonio de Coca, contador, y Gaspar de Quesada, que mandaba la Concepción, con Elcano de contramaestre. Pero Magallanes tenía buenos espías y resolvió el motín con mano de hierro. Cartagena fue ahorcado y su cuerpo descuartizado, Mendoza fue apuñalado y también descuartizado.

Encarceló y luego perdonó a Quesada y a su subordinado Elcano. Pero el primero era pertinaz e ideó una nueva traición. Magallanes no se atrevió a liquidarlo porque había sido nombrado capitán por el emperador, pero le expulsó de la escuadra y lo abandono en la tierra de los feroces patagones junto con un clérigo traidor. Según el capitán de navío Francisco Javier de Salas, la providencia protegió a Juan Sebastián Elcano de la cólera del jefazo. Fue su primer golpe de suerte, si bien cabe añadir que Magallanes tampoco andaba sobrado de buenos navegantes.

Hallazgo del estrecho

Los expedicionarios se despidieron de los aborígenes, unos tipos blancos, grandes, muy altos, con los que habían entrado en contacto y que Magallanes bautizó como “patagones” por sus enormes pies. Salieron de la Bahía de San Julián y pusieron rumbo al sur. El 21 de octubre de 1920 pasaron un cabo que el capitán general bautizó con el nombre de las “Oncemil Vírgenes”. Nada más doblar el cabo divisaron una gran entrada del mar. La exploraron, se cercioraron de que no era la desembocadura de un anchuroso río y siguieron adelante.

Entonces se toparon con un estrecho que Magallanes bautizó con el nombre de “Todos los Santos”, en honor a la festividad católica de los difuntos. Era el 1 de noviembre. Al cruzar aquella franja marina observaron gran cantidad de fogatas en la ribera sur. Eran fumarolas de gas natural a las que en algún momento los aborígenes habían prendido fuego. Visto el fenómeno, Magallanes bautizó la zona con el nombre de “Tierra de Fuego”. Se hallaban en lo que hoy conocemos como la Antártida chilena.

Decenas de miles de pájaros torpes, con unas alas muy cortas, subdesarrolladas, incapaces de volar, llamaron la atención de los navegantes. Pigafetta los describió como “extraños gansos”. Aunque no podían volar y andaban con dificultad, como si estuvieran ebrios, se sumergían en las gélidas aguas y nadaban a gran velocidad. Las alas eran aletas y les servían de motor de propulsión junto con la cola y las patas palmípedas que, a su vez, les servían de timón. Eran pingüinos, unos animales insólitos, de espeso plumaje blanco en el pecho y negro en la espalda. Ruidosos y masivos, aparecían erguidos como los humanos y acabarían inspirando la casaca y luego el chaqué que utilizaban los ingleses para montar a caballo.

Desde aquellas tierras de los pingüinos de Magallanes (la actual Punta Tombo, en la provincia chilena del Chebut) siguieron navegando en dirección sudeste y llegaron a una espaciosa bahía donde el paisaje cambiaba por completo. Las rocas áridas del estrecho y la escasa vegetación herbácea tornabanse allí altas montañas de crestas nevadas, bosques de árboles y feraz vegetación. Habían llegado a la que hoy se conoce como la bahía de San Bartolomé. Los expedicionarios recobraban el ánimo después de tantos días de aridez y rocas peladas por los vientos.

Fondearon en aquella bahía para descansar y explorar el territorio. A continuación siguieron hacia el sur, pero enseguida vieron que el estrecho se dividía en dos canales. Ante la duda sobre el ramal a seguir, Magallanes decidió dividir la flota de modo que dos barcos seguirían un ramal y los otros dos el otro. Acordaron reunirse unos días después en un punto de la bifurcación. El Trinidad y el Concepción bordearon la costa de la península de Brunswick hasta el cabo de Fronward, donde el estrecho giraba al noroeste. Allí decidieron esperar a las dos naves que exploraban el canal oriental. Pero al cabo de cinco días sólo carabela Victoria.

¿Qué rayos había pasado con la San Antonio? Los exploradores de la Victoria sólo podían informar de que navegaba más deprisa que ellos y la habían perdido de vista. También decían que el ramal carecía de salida. El capitán de la San Antonio era Álvaro de Mezquida, primo hermano de Magallanes. La confianza del capitán general en su primo era total, como lo prueba el hecho de que fuera el barco de mayor porte y llevara las provisiones de agua y alimentos de la expedición. Sin perder un minuto salieron en busca de la nave, recorrieron el canal, hicieron fuego, lanzaron señales de humo. Nada. Ni avistaron el barco ni hallaron vestigios del posible naufragio.

La pérdida de la San Antonio supuso una contrariedad mayúscula para los expedicionarios, hasta el punto de que algunos lugartenientes de Magallanes abogan por suspender la misión y regresar a casa. Pero Magallanes no desesperó. Confiaba en la pericia de Mezquida y ordenó dejar unas marmitas a modo de boyas con las indicaciones de la ruta que iban a seguir, hacia el nordeste, por si las encontraban y podían alcanzarles. En realidad, el barco perdido había navegado más deprisa y, al comprobar que el canal no tenía salida, se dirigió al punto de encuentro fijado por Magallanes, pero no lo encontró ni halló al resto de la expedición. Entonces el timonel Esteban Gómez conjeturó que aquellas aguas eran un camino bloqueado y la flotilla habían emprendido el regreso. Convenció a la tripulación, apresaron al capitán Mezquida, que se resistía a creer que su primo les hubiese abandonado y pusieron rumbo de vuelta a España.

Morir en Filipinas

Aunque la pérdida redujo la flotilla a tres barcos, siguieron adelante por el canal hacia el noroeste hasta que salieron a un mar tranquilo, sin tierra en el horizonte. Magallanes le puso el nombre de “Pacífico”. Era el 27 de noviembre de 1520. Tal como el navegante y su financiero Cristobal de Haro habían supuesto, el paso hacia el “mar del Sur” existía, era viable y había quedado inaugurado y documentado por los intrépidos navegantes. No se entretuvieron en explorar la costa. Se aprovisionaron de agua y de algunos vegetales comestibles y dejaron atrás el que en el futuro se conocería como “Estrecho de Magallanes”.

Después de bogar más de cincuenta días en dirección noroeste por aquel piélago desconocido llegaron a unas islas que llamaron de los Tiburones (Pukapuka), se aprovisionaron de agua potable y de los alimentos (aves y vegetales) que encontraron y siguieron adelante, llegando a la Isla de San Pablo, también conocida como Isla Vostok e Isla Flint el 4 de febrero de 1951. No les pareció que aquellos islotes de lo que hoy llamamos Micronesia tuviesen mayor interés a los efectos de lo que les interesaba: las especias, así que siguieron navegando y el 6 de marzo descubrieron la que hoy se conoce como Isla de Guam, en el archipiélago de las Marianas.

Encontraron allí unos indígenas de ojos rasgados y pequeña estatura, los guameños o chamorros, una gente a la que debieron de parecer marcianos. Aunque aquellos aborígenes jamás habían visto humanes europeos, conocían el valor de las cosas y practicaban el trueque, así que después del primer impacto mutuo aceptaron proveerles de agua y comida a cambio de unos utensilios de hierro, mineral que desconocían. Todo fue bien hasta que varios indígenas tuvieron la idea de acercarse a nado a los barcos y, aprovechando la oscuridad de la noche, llevarse una barca de remos que estaba atada al Concepción.

A la mañana siguiente, al descubrir el robo, Magallanes se enfadó bastante y acudió con un puñado de hombres a recuperar el bote. Pero los isleños los recibieron con flechas y lanzas, lo que enfadó mucho más al jefe expedicionario, ordenó que les quemaran las chozas y ejecutó a siete nativos que sus hombres habían apresado. Tras bautizar aquel territorio con el nombre de Isla de los Ladrones, levaron anclas rumbo al oeste y después de un mes de navegación llegaron al archipiélago de San Lázaro, rebautizado después por los colonizadores españoles con el nombre de Filipinas en honor a Felipe II.

Allí había arroz, agua potable, especias y unos aborígenes poco evolucionados e inofensivos, en apariencia. Exploraron la isla de Homonhon y prosiguieron hacia la hoy llamada Limasawa, un poco más grande. En ninguna de las dos se detuvieron más tiempo del necesario para conseguir frutos y provisiones. El 7 de abril de 1521 llegaron a Cebu, el principal poblado de la isla de Mactán, donde Magallanes decidió intervenir en defensa del rey local, que se había convertido al cristianismo y sufría los ataques de otros gerifaltes.

Aunque el descubridor tenía noticia por sus colegas portugueses de la belicosidad de los isleños, se fio de las apariencias (pequeños y debiluchos) y les plantó cara con poco más de cuarenta hombres. Craso error. Los aborígenes eran cientos (algunos dicen que más de mil), usaban lanzas y disparaban flechas envenenadas. Los rodearon y los molieron a palos. Magallanes cayó herido y murió el 27 de abril. Su barco, el Concepción, fue incendiado y su sucesor, el intrépido Duarte, siguió la lucha y también cayó asesinado. La pérdida de vidas humanas fue enorme. De los 239 expedicionarios iniciales sólo quedaban ochenta, lo que significa que, traiciones y deserciones aparte, las batallas para someter a los indígenas fueron una maldita sangría.

La buena suerte

Elcano salió ileso del empeño de someter por la fuerza a aquellos indígenas, cristianizarlos y someterlos al imperio español. Fue su segundo golpe de suerte. Pudo reparar y conservar su barco, el Victoria, que junto con el Trinidad eran los únicos de la flotilla que podían seguir navegando. Y lo hicieron por el mar de Filipinas, tocando tierra en las actuales Palawan y Brunei. El 8 de noviembre de 1521 arribaron a la isla de Tidore, cuyo rey les ofreció un convite. Elcano se encontraba mal y permaneció a bordo, lo que le libró de ser envenenado. Fue su tercer golpe de suerte. Para completar la faena, la nave Trinidad sufrió una vía de agua que obligó a su capitán, Gonzalo Gómez de Espinosa, a permanecer en Tidore mientras realizaban el carenado.

Los expedicionarios de la Victoria decidieron seguir la misión en solitario, tocaron tierra en Ambon (Indonesia) el 29 de diciembre y en Timor el 25 de enero de 1522. Habían cargado varias cubas de especias, llevaban otras con arroz y agua potable. Varios indígenas filipinos se enrolaron con ellos en aquella nave ya un poco cascada, de velas remendadas y aparejos mal acosturados que, sin embargo, resistió las tormentas y soportó las bonanzas de los casi cinco meses de navegación por el Océano Índico hasta alcanzar el Cabo de Buena Esperanza, en la costa de Sudáfrica, el 19 de mayo de 1522.

La resistencia del capitán vasco y de su tripulación fue formidable. Se alimentaban de arroz, agua y cocos, unos productos que, aunque racionados, producen escepticismo. Las únicas proteínas que ingerían procedían de los peces que pescaban. Pero la debilidad y las fiebres acabaron con la vida de varios tripulantes, de modo que al doblar la punta del Océano Atlántico y poner rumbo al norte, quedaban 47 individuos a bordo. El capitán de navío Salas diría tres siglos después que en vez de una carabela, aquel barco parecía “un ataúd”. Exageraba, sin duda, para agrandar la gesta de Elcano.

Tres meses tardaron en realizar la travesía hasta llegar a las islas portuguesas de Cabo Verde, donde Elcano y trece subordinados echaron pie a tierra en busca de provisiones. Consiguieron agua y algunos alimentos, pero enseguida los portugueses se enteraron de que aquellos navegantes españoles habían atraído al rey de Tidore a la causa de Castilla y, ante el temor a que les apresaran, subieron a la barca y salieron por remos hacia la nave. Ya no volvieron a tocar tierra hasta llegar a suelo español.

El 6 de septiembre de 1522 conseguían avistar la desembocadura del Guadalquivir, San Lucar de Barrameda, y ocho horas después llegaban a Sevilla. Los 18 expedicionarios supervivientes de la flota del “mar del Sur” acababan de dar la vuelta al mundo. Tres años después de su partida llegaban al puerto de salida, una gesta extraordinaria que no sólo confirmaba la esfericidad del planeta, sino también proporcionaba a la Corona española territorios coloniales hasta hacer realidad la frase atribuida al sucesor de Carlos I: “En mi Imperio nunca se pone el sol”.

Se presentó Elcano en Valladolid llevando consigo a algunos de sus hombres y a los isleños, como regalo al emperador, junto con especias, frutos, perlas y aves exóticas de las islas Molucas. Los patrocinadores, señores de Haro, se hicieron cargo de la mercancía y, al parecer, resarcieron de largo su aportación económica.

Aunque se ha dicho que Juan Sebastián Elcano esperaba el mando de la flota, lo cierto es que Carlos I se limitó a concederle un escudo de armas en el que figura un castillo de oro, un campo sembrado de especierías, dos palos de canela en forma de aspa, tres nueces moscadas y dos clavos de especie. Completan el emblema un yelmo y por cimera un globo terráqueo con la inscripción en latín: “Primus circumdedisti me” (El primero en circundarme). Elcano, que contaba entonces 46 años, fue nombrado vocal de la Junta de Letrados, Astrólogos y Pilotos españoles y portugueses.

Estatua de Elkano en Getaria, obra en bronce de Antonio Palau

Y aunque resulte paradójico, la envidia y el hecho de haber arrancado al planeta uno de sus más indeseables secretos para la Iglesia Católica, aconsejó al emperador a asignarle la escolta permanente de dos hombres armados. También, por paradojas de la historia, los carlistas destruyeron la estatua que en su memoria mandó erigir en Getaria el ilustre marino y científico Manuel de Argote y Bonechea. En 1860 se levantó otra, en bronce, obra de Antonio Palau. Pero los franquistas, triunfantes en la Guerra Civil, se la llevaron para ponerla junto a la ermita de la Reina de los Mares, inaugurada en 1941 como homenaje a los fallecidos del crucero Baleares, hundido por los republicanos. Muerto el dictador, los getariarras repusieron a Elkano en su sitio.

Moldavia, bajo la amenaza bélica del ‘putinato’

Madrid, 03-05-2022.– Luis Díez

¿Va Putin a por Moldavia? Algunos observadores occidentales afirman que se dispone a ocupar a sangre y fuego la pequeña república (2,5 millones de habitantes) situada entre Ucrania y Rumanía con el mismo argumento que utilizó para arrasar el Donbass: la protección de los independentistas pro rusos de Transnistria que, de pronto, dicen sentirse amenazados por Ucrania. Aunque nadie les ha cuestionado desde que en 1992 se separaron de Moldavia con el apoyo del Kremlin y proclamaron su propio Estado, la República de Transnistria, con capital en Tiráspol, en la orilla oriental del río Dniéster, la protección de esos 200.000 habitantes sería razón suficiente para justificar el avance militar por el sur de Ucrania (departamento de Odesa) hasta la micro república, en la que Moscú mantiene una guarnición de 1.500 militares. Y ya en marcha, cruzar el Dniéster, atacar la capital moldava, Chisináu, y extender el putinato hasta el río Prut, en la frontera con Rumanía.

Los procedimientos del carnicero del Kremlin para invadir Moldavia son también similares a los que precedieron a la invasión de Ucrania, el 24 de febrero: explosiones misteriosas, polución y amenazas en Internet e incertidumbre y temor en la población. Así, cuatro días después de que el comandante del distrito militar central de Rusia, Rustam Minnekayev, dijera que los objetivos de Moscú incluían la toma del sur de Ucrania, para darle a Rusia el control sobre la costa del Mar Negro y el acceso a Transnistria, fueron derribadas con explosivos las torres de radio y televisión cercanas al pueblo de Mayak. Horas después, varios individuos dispararon con lanzagranadas contra un cuartel en Parkany y contra el Ministerio de Seguridad de Transnistria en Tiráspol. No hubo víctimas.

Las fechorías fueron suficientes para que las autoridades locales culparan a los ucranianos de los ataques terroristas. Kiev negó estar detrás de los atentados. Pero el jefe del micro Estado pro ruso, Vadim Krasnoselsky, se apresuró a declarar la “alerta roja” durante dos semanas para garantizar, dijo, la seguridad del pueblo pridnestroviano. Acto seguido, el líder separatista de Donets (Ucrania), Denis Pushilin, pidió abiertamente a Moscú “una nueva fase de la operación especial militar teniendo en cuenta a Transnistria”. La táctica del Donbass se repite. Hay razones fundadas para pensar que el belicista del Kremlin se dispone a utilizar Transnistria para lanzar sus tropas y misiles al otro lado del Dniéster.

Aunque la presidenta de Moldavia, Maia Sandu, dijo que “no hay riesgos inminentes para los ciudadanos, especialmente en la derecha del Dniéster”, algunos datos indican que la ocupación del pequeño país agrícola, el más pobre de Europa, neutral y carente de Ejército profesional, sería un paseo militar para los estrategas del putinato. Moldavia aspira a ingresar en la Unión Europea (UE) desde hace más de una década. Sus planteamientos son similares a los ucranianos. Incluso en plena crisis económica, derivada de la falta de regulación financiera y la abusiva especulación bancaria, los moldavos votaron mayoritariamente a los partidos políticos europeistas.

Desde 2010, Moscú dejó de ser una referencia para los moldavos; ahora es, además, una amenaza, un peligro tan grande que ya se plantean un referendo para integrarse en Rumanía, de la que formaron parte hasta 1940. De este modo se convertirían en ciudadanos de la UE automáticamente y en aliados de la OTAN al mismo tiempo. Naturalmente, esa posibilidad deberá tener luz verde de las autoridades de Bucarest y de los países socios de la UE y de la Alianza Atlántica. Y desde luego, soliviantarían al ambicioso plutócrata del Kremlin, cuyo secretario del consejo de seguridad y asesor principal, Nikolai Patrushev, avanzó hace una semana el plan de fragmentar Ucrania en “varios estados”.

La sombría perspectiva de desmembrar el país invadido y apropiarse de las regiones del mar de Azov y el Donbass permitiría al carnicero del Kremlin aliviar el humillante fracaso de su objetivo principal: colocar un gobierno títere en Kiev y someter a toda Ucrania a sus designios imperiales, antidemocráticos y antieuropeos. Pero esos planes de segmentación, que incluyen el control de la región de Odesa y el avance militar hacia Moldavia, chocan contra un obstáculo superior: la resistencia ucraniana, cada día más fuerte y mejor pertrechada con armamento occidental. Ahora que Putin, el canalla que tanto dolor, muerte y destrucción ha provocado en el país hermano, se dispone a celebrar el 77º aniversario de la victoria rusa contra los nazis, debería contrastar el resultado de su nazionalismo belicoso e imperial y ordenar la retirada.

Los siete generales muertos del carnicero del Kremlin

Dvornikov, el nuevo jefe de las tropas invasoras rusas fue la bestia parda que exterminó a los sirios de Alepo (Foto del Krenlim)Dvornikov, el nuevo jefe de las tropas invasoras rusas fue la bestia parda que exterminó a los sirios de Alepo (Foto del Kremlin)

Madrid, 13-04-2022.– Luis Díez

La estrategia militar del jefe Kremlin ha fracasado en el norte de Ucrania. La larga columna de sesenta kilómetros de carros de combate, piezas de artillería, camiones con munición, herramientas y avituallamiento (incluida la comida caducada paras las tropas) que vimos desfilar hacia Kiev en la última semana de febrero se fue a donde querían los ucranianos: “A la mierda”. En menos de un mes, la resistencia forzó su retirada. Las matanzas de civiles en los pueblos y ciudades cercanos a la capital y los testimonios de los supervivientes, condenados a desvivir como ratas, sobrecogen el alma. Pero, con todo, el paseo militar programado por el carnicero del Kremlin para cercar y ocupar la capital, obligando al presidente Volodímir Zelenski a huir y capitular, se ha saldado con un descalabro en toda regla.

Cuentan que el tipo de mirada fría y facciones de reptil al acecho de la débil presa se halla muy soliviantado. Es probable que a esta hora su ministro de Defensa, desaparecido hace un mes, haya sido enviado a un gulag siberiano. Dicen que el enfado del saurio al ver a las autoridades de la UE Ursula von der Leyen y Josep Borrell con Zelenski en Kiev –también al despelurciado británico, Boris Johnson– es descomunal, si bien, para aplacarlo, su aparato de propaganda sostiene ahora que la marcha contra Kiev era una maniobra de distracción orientada a fijar al Ejército ucraniano en el norte con el fin de doblegar la resistencia en el sudeste del país, la zona del Donbass, donde las escaramuzas bélicas se mantienen desde 2014 y las posiciones ucranianas llevan ocho años bajo el fuego regular de la artillería rusa, servida por civiles reclutados en las regiones independentistas de Donetsk y Lugansk. Se dirá que también ahí trataban de fijar a los combatientes ucranianos para facilitar el asalto a Mariupol y a las también martirizadas Kharkiv, Kyiv…

Pero el canalla del Kremlin tiene otro motivo de enfado: la muerte de cinco generales rusos, un comandante de la flota del Mar Negro y el jefe de los despiadados guardias chechenos que se sumaron a la invasión. Los siete altos mandos enviados a pudir la tierra eran seres temibles, otrora victoriosos en Crimea, Chechenia, Siria… Encarnaban la maldad. Y dado que en la guerra el malo es bueno y el más malo es el mejor, el desalmado del Kremlin ha aplicado la norma y remediado su enfado optando por el peor. Al nombrar jefe de la invasión al general Alexánder Dvórnikov ha querido dejar clara su voluntad de seguir exterminando a la población civil. Este tipo de 60 años de edad dirigió las matanzas de Alepo, la ciudad mártir de Siria. Según Jake Sullivan, asesor de seguridad nacional en Washington, “el nuevo comandante jefe saltó a la fama en 2015-16 con los bombardeos de la población civil de Alepo y tiene un currículum que incluye la brutalidad contra los civiles, de modo que podemos esperar más de lo mismo en Ucrania”. El cometido de ese oficial, una bestia parda que ya era jefe de la región militar sur de Rusia, consiste en “reorganizar” y “coordinar” los efectivos, renovados y aumentados con 60.000 soldados para doblegar a los defensores en el Donbass y machacar Jarkov antes del desfile del 9 de mayo que conmemora la victoria sobre los nazis en la Segunda Guerra Mundial.

El inhumano Dvórnikov se cuidará mucho de no repetir el error de su colega Vitaly Gerasimov, primer comandante adjunto del distrito militar central de Rusia, quien fue eliminado cerca de Jarkov. Considerado un bárbaro por las atrocidades cometidas en Chechenia, Gerasimov participó también en las matanzas en Siria y en la primera guerra contra Ucrania en 2014. El belicoso del Kremlin lo condecoró con la medalla “Por el regreso de Crimea” y después lo dedicó a armar a los grupos independentistas del Donbass. En la primera semana de la invasión se convirtió en cadáver. Dicen que un francotirador ucraniano lo alcanzó a kilómetro y medio. Fue el primero de los seis generales rusos caídos en los primeros 28 días de guerra, una cifra nunca vista en una contienda caracterizada por el lanzamiento de misiles a larga distancia contra las infraestructuras ucranianas y las zonas residenciales.

Dos días antes, los defensores ucranianos liquidaron al bárbaro y barbado general checheno Magomed Tushaev. Iba al frente de un regimiento motorizado de “élite”. El gobernador de Chechenia, un fanfarrón despiadado, incluyó en su arenga a las tropas expedicionarias la recomendación al presidente Zelenski de que llamara a Putin y le pidiera perdón. El mencionado regimiento estaba compuesto por guardias bien entrenados. Llegó con fama de feroz, pero fue frenado, parado, hostigado y desarticulado por los defensores ucranianos. Su jefe Magomed fue enviado a criar malvas. Y según los medios de comunicación ucranianos, algunas de sus unidades se entregaron al pillaje y el asesinato.

Tras esos energúmenos con galones (Tushaev y Gerasimov) cayó baleado y muerto el comandante del 29º Ejército del Distrito Militar del Este, general Andrey Kolesnikov, quien antes de su nombramiento, en 2021, había estado al frente de las fuerzas combinadas de la región de Moscú. Y unos días después, las fuerzas ucranianas mandaron al infierno al general de división Andrey Sukhovetsky, un animal sanguinario que en 2008 dirigió las operaciones militares en Caúcaso Norte y Osetia del Sur, y en 2014 comandó la ocupación de la península de Crimea, recibiendo la medalla correspondiente de manos del plutócrata del Kremlin.

Después de Kolesnikov y Suhovetsky, las fuerzas ucranianas del regimiento de Azov mataron al general Oleg Mityaev, de 46 años, que estaba al frente de la división 150 de fusileros motorizados. Según las informaciones transmitidas a través de Telegram por las autoridades ucranianas, ese general, el cuarto ruso eliminado en 22 días, había dirigido bombardeos en en Siria contra la oposición al régimen criminal de Bashar al Ássad, uno de los pocos aliados del belicoso del Kremlin. Después de sus hazañas bélicas en el torturado país de Oriente Medio fue nombrado comandante de una base rusa en Tayikistán, donde ahora han estallado revueltas populares por la carestía de los alimentos básicos.

Dos años antes de la invasión en curso, ese general Mityaev había pasado a dirigir las tropas desplegadas en la región de Rostov, en la frontera de Ucrania. Tuvo tiempo de preparar bien la invasión, pero su división sufrió un severo castigo cerca de Mariupol, la ciudad contra la que arremetió sin piedad con cobardes bombardeos a distancia contra la población civil y que sus sucesores se han ocupado de arrasar. De hecho, antes de que el presidente Zelenski citara los bombardeos de Gernika en su intervención ante el Parlamento español, el último diplomático de la UE en abandonar la martirizada Mariupol, el cónsul de Grecia, Manolis Androulakis, dijo: “Mariupol se unirá a las ciudades que han sido completamente destruidas por la guerra, ya sea Gernika, Coventry, Alepo, Grozny o Leningrado”. El relato de Androulakis al llegar a Atenas resulta estremecedor. Y servirá, sin duda, como testimonio valioso de los crímenes de guerra perpetrados por los oficiales del Ejército ruso a las órdenes del plutócrata que tanto daño está causando a los ucranianos y a su propio pueblo. “Ya no queda vida en Mariupol. Lo que están haciendo con esta ciudad es una tragedia para los pueblos ruso y ucraniano”, añadió el cónsul Androulakis.

La pérdida de altos mandos militares rusos se completa, de momento, con la muerte del teniente general Yakov Vladimírovich Rezántsev y del comandante de brigada de la Flota rusa del mar Negro Alexéi Sharov. El primero murió en los combates por el control del aeropuerto de Chronobayivka, en la región de Jerson, en los que una semana antes había sido liquidado su colega Mordvichev. Y el segundo, Sharov, cayó en los combates en torno a Mariupol, según reconocieron las autoridades de Sebastopol, base de la flota rusa en el mar Negro. Los servicios informativos de Moscú se han abstenido de informar de la muerte de algunos de los siete jefes mencionados y, desde luego, de los oficiales de menor rango y los soldados sacrificados en esta guerra de la alimaña del Krenlim. Analistas de la OTAN estiman que mantiene el 80% de la fuerza lanzada a la invasión.

La invasión de Ucrania mata de hambre en África

Madrid.–4.04.2022.– Luis Díez

La escalada del precio de los combustibles fósiles, como primera consecuencia global de la invasión rusa de Ucrania a sangre y fuego, irá seguida de una carestía insoportable para muchos países pobres del precio de los cereales y también de los fertilizantes, de los que Rusia es el principal exportador mundial y Ucrania el quinto. Entre los dos países suministran un tercio del mercado mundial de trigo. Pero desde finales de febrero no sale trigo (tampoco soja ni girasol) de los puertos ucranianos. El carnicero del Kremlin ha convertido a la portuaria de Mariúpol, en el mar de Azov, en una ciudad fantasma. Y sigue lanzando sus misiles Iskander de largo alcance (de 500 a 2000 kilómetros) desde Crimea contra Odessa, la principal ciudad portuaria de Ucrania. El flujo marítimo de mercancías que salen del Mar Negro es casi nulo.

“A Ucrania le quedaban 6 millones de toneladas de trigo para exportar entre finales de febrero y finales de junio, por lo que sus clientes habrá de conseguirlas y reponerlas de otros productores”, explica el analista francés Arthur Portier. “Y Rusia esperaba exportar 8 millones de toneladas de trigo, comprometidas en ese periodo”. Los expertos europeos cifran en al menos 10 millones de toneladas las necesidades de sustitución de los dos graneros tradicionales. El alto representante de la política exterior de la UE, Josep Borrell, lanzó al comienzo de la guerra el mensaje de sembrar trigo hasta en los tiestos, sin dejar ni un palmo de tierra en barbecho. El presidente francés, Enmanuel Macron, dio la voz de alarma sobre la crisis alimentaria que se cierne sobre el mundo. El ministro español de Agricultura, Luis Planas, consideró “alarmante” la situación y su colega francés, Julien Denormadie, afirmó que la crisis alimentaria está servida en un plazo de 12 a 18 meses.

La repentina reducción de las exportaciones, combinada con con el aumento vertiginoso del precio del trigo, pone en peligro singularmente a los países de África, castigados, además, por la pertinaz sequía. La política agraria común de UE puede atemperar el desabastecimiento, aunque no resuelve el problema de la carestía. La escasez de cereales está afectando ya a Egipto, Libia, Túnez, Marruecos y Argelia, que se surtían de los graneros ruso y ucraniano. Pero no sólo el norte de África se verá sumido en la crisis alimentaria, pues también los países subsaharianos, Oriente Medio, el Sudeste Asiático y los vecinos de Rusia y Ucrania dependen del suministro cancelado por culpa del matón del Kremlin. Según las informaciones más solventes, proporcionadas por Le Figaro, Egipto importa trigo de esos graneros por valor de 4.672 millones de dólares, seguido de Indonesia (2.300 millones), Turquía (2.147), Italia (1.693), Filipinas (1.628), Nigeria (1.479), Argelia (1.472) y Brasil (1.408 millones de dólares). El precio consignado por el diario francés es anterior al telúrico encarecimiento que ha llevado al trigo a puntas de 450 euros la tonelada.

La situación más apurada se vive en Egipto, que suele importar un millón de toneladas de trigo de Ucrania durante el periodo de febrero a junio. También Argelia está en una situación delicada; había comprado 1,5 millones de toneladas para la entrega entre marzo y abril y no está recibiendo ni podrá recibir la mercancía. Argel puede compensar con gas y petróleo la escalada del precio del trigo –lo que ineludiblemente afecta a España como principal cliente gasístico–, pero El Cairo carece del asqueroso oro negro (ha bajado de 120 a 105 dólares barril) y se verá abocado a reducir el consumo de cereales. Si la disponibilidad de los países exportadores de la UE, Argentina, Australia e India puede ser suficiente para cubrir las necesidades del Norte de África, el Sudeste Asiático y Oriente Medio, la escasez mundial y los precios estratosféricos, prohibitivos para decenas de millones de personas en los países de África subsahariana, auguran revueltas del pan y disturbios por hambre. La situación podría ser explosiva en Senegal, Nigeria o Camerún, por citar a los más densamente poblados y en vías de desarrollo.

Vale recordar que los motines del hambre de 2008 fueron la respuesta popular del mundo árabe y también de Filipinas, Indonesia, Haití… al aumento de los precios de los cereales y que en Túnez, Egipto, Yemen o Siria cristalizaron sucesivamente en “primaveras árabes”, ahogadas en sangre por los respectivos tiranos. La cuestión de fondo es si el mundo puede prescindir de los graneros ruso y ucraniano. Y la respuesta de los expertos es que no. Una vez más nos hallamos ante las malditas consecuencias indirectas de la guerra. Unas consecuencias que, como siempre, pagan los más pobres y desasistidos de este mundo. Los españoles también. La otra cuestión es cuánto durará el conflicto. Algunos analistas afirman que el plutócrata del Kremlin quiere presidir el desfile militar del 9 de mayo, aniversario de la victoria de la Gran Guerra Patria contra los nazis, con un triunfo en la mano para ordenar el cese de las hostilidades (probablemente, la independencia de las regiones ucranianas de Dugansk y Donensk), pero nadie lo sabe. Lo único cierto es que al desfile no acudirán cinco generales y un almirante que dirigían la invasión porque la resistencia ucraniana los ha liquidado. Cuatro de ellos eran unos “desnazificadores” muy expertos, pues no en vano dirigieron las matanzas de Chechenia y Siria y la ocupación de Crimea.

Dirigentes occidentales en las ubres del ‘putinato’

Vladimir Putin en una reunión en 2012 con el petrolero estadounidense Rex Tillerson, quien después sería nombrado por Donald Trump secretario de Estado de Estados Unidos y su lacayo de confianza al frente de Rosneft, Igor Sechin (Foto del Kremlin)

Madrid, 28.03.2022.– Luis Díez

La carne se corrompe, los humanos somos carne, luego los humanos… Este razonamiento aristotélico, tomista o de Pero Grullo si ustedes quieren ha permitido al carnicero del Kremlin comprar la masa encefálica de bastantes dirigentes políticos occidentales. Con decir que los exmandatarios de los dos países más importantes de la Unión Europea comían (y se forraban) de su mano sería suficiente para verificar su influencia. El primer ministro de Francia, Fraçois Fillon entre 2007 y 2012, bajo la presidencia del conservador Nicolas Sarkozy, se dejó comprar hace menos de un año e ingresó en el putinato como consejero de la petroquímica Sibur y la petrolera estatal Zarubezhneft. Desde luego Fillon, un tipo propenso a la corrupción que tuvo que renunciar en 2017 a su candidatura a la presidencia francesa, comprendió que su situación era insostenible y dimitió de sus cargos en las corporaciones rusas al día siguiente de que el desalmado Vladimir Putin ordenara la invasión bélica de Ucrania.

No ha hecho lo propio el expresidente de Alemania, Gerhard Schröder, quien sigue presidiendo el consejo de administración del gaseoducto Nord Stream2 para llevar más combustible ruso a Alemania por el fondo del mar Báltico y recibió 600.000 euros como presidente del consejo de vigilancia de la petrolera rusa Rosneft. El excanciller ha evitado condenar la guerra contra Ucrania y se ha negado a abandonar sus cargos. El egoísmo de ese preboste, cuya fortuna se cifra en 20 millones de euros, según la prensa alemana, y su amistad con el desalmado Putin pesan más que la vergüenza y la petición pública de su correligionario socialdemócrata y actual presidente Olaf Scholz de que abandone esos puestos. A un tipo llamado en junio próximo a ingresar en el núcleo de la oligarquía rusa como uno de los jefazos de Gazprom le traen sin cuidado las correcciones del canciller Scholz en el sentido de que el gaseoducto “no es un asunto privado” y que su condición de excanciller implica unas “responsabilidades”. Y un sentido de la decencia, se podría añadir, sobre todo cuando, según Der Spiegel, recibió 407.000 euros de subvención oficial el año pasado como excanciller y para gastos del personal de su oficina. Por cierto que cuatro empleados se han sentido avergonzados y han renunciado a trabajar para ese Schröder.

El plutócrata del Kremlin vio hace años cuán fácil y rentable era comprar políticos en la Unión Europea y en Estados Unidos y no ha dudado en utilizar el enorme poder que le confieren los grandes recursos naturales de su inmenso país (gas, petroleo, minería metálica y fertilizantes) para sembrar discordia, división y crisis en las democracias consolidadas. El ascenso de las ideologías excluyentes, reaccionarias, racistas, machistas, supremacistas y nazionalistas furibundas que tanto recuerdan al nazi-fascismo del que Europa se creía vacunada tras la Segunda Guerra Mundial, se halla estrechamente ligado al ideario político del genocida ruso. Y ese ideario ha sido cultivado y regado con dólares y euros por sus lacayos, convertidos en oligarcas al frente de su potencial energético. Quizá el más importante de ellos sea Igor Sechin, director ejecutivo de la mencionada petrolera estatal Rosneft, una de las mayores extractoras mundiales de crudo. En el informe sancionador de la UE figura ese Sechin como “amigo personal” y “asesor cercano y de mayor confianza” del belicoso presidente ruso, “con el que se mantiene en contacto a diario”. De Sechin se sabe que tiene 61 años de edad, estudió francés y portugués en la Universidad de San Petersburgo, sirvió como traductor del ejército en Angola y Mozambique, es visto como un siloviki (exmiembro de los antiguos servicios secretos que se cree ejercen un gran poder en el país) y no se ha separado de Putin desde 1990, cuando éste era alcalde de San Petersburgo.

En 2012, el autócrata lo nombró jefe de Rosneft con el encargo de desplegar todo el potencial geopolítico que se derivaba de las grandes reservas de petróleo. Y el leal lacayo Sechin, que había sido viceprimer ministro desde 2008, se convirtió en el hombre clave de la putinificación de algunos políticos relevantes. Como director ejecutivo de Rosneft llegó a acuerdos con Eni en Italia, Statoil en Noruega (ahora Equinor), CNPC en China, BP en Reino Unido –que adquirió una participación del 20% de la petrolera del Kremlin– y, sobre todo, con ExxonMobil de Estados Unidos. Según Jamie Henn, fundador del movimiento británico Fossil Free Media, Rusia nunca se habría convertido en una superpotencia gasística y petrolera sin la ayuda ExxonMobil y BP. En 2013, cuando la producción de petróleo y gas de Rosneft era prácticamente plana, ExxonMobil les ayudó a modernizar las instalaciones y a expandir la producción en el Ártico. La asociación funcionó tan bien que Putin otorgó al presidente ejecutivo de Exxon, Rex Tillerson, la Orden de la Amistad, uno de los más altos honores que Rusia otorga a los extranjeros. Dos años después, el presidente Donald Trump nombraba al putinificado Tillerson Secretario de Estado de Estados Unidos. Ni que decir tiene que la afinidad ideológica entre Trump y Putin es superlativa y que los demócratas estadounidenses y algunos republicanos pusieron el grito en la atmósfera contra el nombramiento de Tillerson, por lo demás un petrolero texano para quien todavía no está claro “hasta qué punto el ser humano está relacionado con el cambio climático”. Y tampoco está claro qué se puede hacer al respecto, según declaró, en línea con el gran jefe negacionista y promotor del asalto al Capitolio tras perder las últimas presidenciales.

Cuando el primer ministro británico Boris Johnson afirmaba en la Cámara de los Comunes días atrás: “No recibimos dinero de los oligarcas rusos”, decía una verdad formal. Algunos diputados se rieron. Lógico. En este asunto como en las fiestas de la pandemia al modo Decamerón de Boccaccio con el disfraz de “reuniones de trabajo”, la verdad formal y legal se desvanece ante la realidad. La ley prohíbe a los partidos políticos británicos aceptar dinero de alguien que tenga exclusivamente la nacionalidad rusa. Pero personas con doble nacionalidad, británica y rusa, y con lazos comerciales muy significativos con Rusia, han aportado sumas considerables a los tories en los últimos años. El cálculo del Partido Laborista, basado en información de la Comisión Electoral, cifra en 1,93 millones de libras (2,3 millones de euros) las aportaciones de rusos y de personas que recibían dinero de Rusia al Partido Conservador desde que Johnson es primer ministro. Ian Blackford, líder del Partido Nacional Escocés, eleva esa cifra en medio millón de euros más.

Quizá el engrase desde el putinato de los conservadores eurófobos explique la razón por la que el primer ministro británico se ha visto obligado a “corregir el registro parlamentario” después de decirles erróneamente, a mediados de marzo, a los parlamentarios que el multimillonario ruso Roman Abramovich ya estaba sujeto a sanciones. En una declaración escrita y una rara admisión de “un error”, Jonhson quiso subsanar su falsedad diciendo que el hasta ahora dueño del Chelsea FC no había sido objeto de “medidas específicas”. Como le dijo el parlamentario laborista y jefe del comité de normas parlamentarias Chrits Bryant: “Me temo que el Gobierno tiene miedo de las cartas de los abogados de todos esos amigos oligarcas”. Bryant apuntaba directamente a la cúspide de una trama de corrupción para mantener unos intereses políticos, económicos e ideológicos peligrosos, cuando no contrarios al sistema democrático de reconocimiento, preservación y defensa de los derechos humanos (de todos los humanos y todos los derechos).

En un artículo en el Guardian, Gina Miller, defensora de la transparencia y dirigente de True and Fair (Verdad y Justicia), denunciaba: “El dinero ruso dudoso ha desestabilizado la democracia británica” y reclamaba “medidas enérgicas contra esto” después de afirmar que los británicos no deben ignorar “el impacto del dinero ruso en la campaña del Brexit”. Miller recordaba un artículo suyo, publicado en 2017 en el mismo periódico, diciendo: “Piense en el Brexit como si fuera una matrioska, una muñeca rusa de anidación; la votación para abandonar la UE equivale a quitar la muñeca exterior, pero revela otra muñeca que representa algo mucho más preocupante”. Si las conexiones corruptas de los tories con la plutocracia de Moscú eran harto evidentes antes de la invasión de Ucrania, la falta de honradez intelectual de ese jefe de gobierno que no se peina ha rebasado los límites imaginables al sugerir insidiosamente un paralelismo entre lo que Rusia está haciendo con Ucrania y la UE con Reino Unido. Tamaño despropósito explica la frialdad de los mandatarios de la UE hacia su persona en la última cumbre de la OTAN y el hecho de que no fuera invitado a participar en la reunión de la UE, como ocurrió con Biden. Las construcciones verbales de míster Jonhson pueden distraer la atención pero no ocultar lo que la gente sabe: la querencia de los oligarcas rusos amigos del matón del Kremlin hacia lo que llaman “Londongrado”, la presencia de muchos de ellos en los bailes anuales de verano del Partido Conservador, las fotos en dichas fiestas con el promotor del Brexit, David Cameron, y con el propio Jonhson y, lo que es más censurable por no decir criminal, el fomento de la xenofobia en la sociedad británica.

Le llaman ‘rusofobia’ pero quieren decir ‘putifobia’

Madrid, 20-03-2022.– Luis Díez

La prensa doméstica de Moscú detecta estos días una rusofobia creciente en los países occidentales. Lo que no puede detectar, porque no la dejan, es la putifobia entendida como el rechazo y la condena de la mayor parte de los países del globo de los crímenes de guerra que el plutócrata del Kremlin está perpetrando en Ucrania. La indignación y el dolor de los europeos ante las matanzas de civiles ucranianos, el sufrimiento en las ciudades cercadas y el éxodo de más de tres millones de refugiados nada tienen que ver con el odio al pueblo ruso; el odioso es Putin y la corte de prebostes enriquecidos con el latrocinio, no el sufrido pueblo ruso que los soporta.

El ejemplo más gráfico de este fenómeno se produjo en una manifestación en París contra la guerra. Varios manifestantes, desconocedores de la lengua francesa, se soliviantaron al ver la palabra “Poutin” en un restaurante. El poutin francés suena igual que el apellido del autócrata, pero es un plato de patatas fritas con salsa y requesón. Los responsables de la Casa del Poutin, con sucursal en Toulouse, se apresuraron a aclarar la confusión y divulgaron en las redes sociales su más “sincero apoyo” al pueblo ucraniano en su valiente lucha por la libertad contra el tiránico régimen ruso. Y el creador del famoso plato, el canadiense Roy Jucep, hizo saber que renunciaba a la denominación que le dio en los años cincuenta y pidió que le llamasen “papas fritas con requesón”.

Otro ejemplo del rechazo superlativo al carnicero con armas nucleares a su alcance lo ha proporcionado la senadora estadounidense de Carolina del Sur Lindsey Graham al preguntar públicamente: “¿Hay un Brutus en Rusia?” Por si alguien desconoce lo que Bruto hizo a César (ultimarle de una puñalada), completó el llamamiento a la disidencia con otro mensaje en Twitter: “La única forma de que esto termine es que alguien en Rusia elimine a este tipo”. Al quite, el portavoz del Kremlin, Dmitry Peskov, descalificó los comentarios diciendo que son “un ataque rusofóbico histérico masivo”. Rusofóbico no, putifóbico más bien.

¿Acaso las manifestaciones del pueblo ruso contra la guerra que desde el 24 de febrero al 13 de marzo han supuesto la detención de 14.971 personas, según la organización independiente de derechos humanos OVD-Info, son también ataques rusofóbicos masivos? Los arrestos se concentran en la zona occidental de Rusia, pero la gente protesta en las calles de las ciudades del este más alejadas de Moscú como Novosibirsk en Siberia, de donde sale la mayor parte del gas y el petróleo que administra el genocida del Kremlin, y Vladivostok, en la costa oriental.

Es comprensible el desenfoque de los medios de comunicación rusos, sometidos a una censura implacable, reforzada por la ley fack news que les obliga a contar mentiras y falsear la verdad so pena de hasta tres lustros de cárcel, pues casi todos los desalmados autócratas que en el mundo han sido, son y serán se han esforzado en hacer saber que cualquier crítica a su persona y decisiones supone un ataque al Estado y la nación. Esa fusión y confusión (quien me ataca a mí, ataca a la patria) es tan vieja como el mundo. Y el sanguinario Putin apela a la represión, el castigo y el miedo para imponerla.

El discurso que pronunció el 16 de marzo mientras sus bombas destruían el teatro de Mariúpol con cientos de mujeres y niños dentro puede ser considerado la pieza más repugnante de su nazionalismo faccioso. El llamamiento a la “autodepuración de la sociedad” fue una amenaza en toda regla a los discrepantes, una siembra venenosa de miedo al amigo, al vecino. “El pueblo ruso ha de distinguir a los verdaderos patriotas de la escoria y los traidores, y les debe escupir como si fueran una mosca que accidentalmente voló a su boca”. Eso dijo antes de añadir: “Estoy convencido de que que tal autodepuración natural y necesaria de la sociedad solo fortalecerá a nuestro país, nuestra solidaridad, cohesión y disposición para responder a cualquier desafío”. Y señaló expresamente a las personas con mentalidad democrática, defensoras de la igualdad de derechos sin distinción de sexo, raza y religión al afirmar que “ciertos rusos no pueden vivir sin otras y libertades de género”.

Recomendaba el gran medievalista republicano español Claudio Sánchez Albornoz que se tuviera en cuenta el miedo cuando se escribiera la historia de la dictadura franquista en España. Y distinguía tres clases de miedo: el miedo del pueblo al dictador, el miedo del dictador al pueblo y el miedo del pueblo al pueblo. De los tres, el último es el peor, decía. Ese miedo precisamente es el que antiguo jefe del KGB acentúa para amordazar a los rusos ante la guerra y las masacres que desde el 24 de febrero viene provocando en Ucrania. Los rusos llevan desde 1999 sufriendo el belicismo despiadado y criminal de ese tipo (Chechenia, Georgia, Crimea, Siria), pero nunca como ahora había sentido el miedo a su propio pueblo. De ahí el fomento de la delación, la espiral represiva y, según algunos medios, la posible depuración de algunos colaboradores.

La siembra de veneno entre la población rusa está siendo complementada con los castigos más duros, a modo de escarmiento, a determinadas personas conocidas como la cocinera y empresaria del sector de la alimentación, Verónika Belotserkovskaya, una de las primeras en ser condenadas a 15 años de cárcel por saltarse la nueva ley de noticias falsas y contar en Instagram, donde tiene más de un millón de seguidores, lo que el carnicero del Kremlin está haciendo en Ucrania. “Los cargos contra mí significan que he sido declarada oficialmente persona decente”, dice ella desde Francia, consciente de que no podrá volver a su país mientras dure el putinato. “Soy exactamente el tipo de persona que Putin tenía en mente cuando lanzó el discurso de la depuración; quiere señalar a gente como yo como traidores, la quinta columna”.

Si los observadores rusos no dudan de que el plutócrata ha sentado las bases de una represión más feroz, Belotserkovskaya afirma que pretende castigar a “una franja muy amplia de la sociedad, no solo a periodistas y políticos”. Esta mujer de 51 años, nacida en Odesa, posee muchos amigos en la alta sociedad moscovita, entre los que se cuenta Ksenia, hija de Anatoli Sobchak, uno de los principales mentores de Putin en su día. Pero quizá la disidente más popular del putinato sea la primera bailarina del Ballet Bolshoi de Moscú, Olga Smirnova, nacida y criada en San Petersburgo, quien ha denunciado la invasión de Ucrania y abandonado Rusia. El Ballet Nacional Holandés le ha dado la bienvenida junto al solista brasileño Víctor Caixeta, quien dejó el Ballet Mariinsky de San Petersburgo en respuesta a la guerra.

Parece, en fin, poco probable que esas y otras personas notables que se largan de un país cuyo mandatario criminal promueve el caínismo, sean poco patriotas por más que los medios de comunicación del régimen putrifacto les acusen y se mofen de ellos. El mismo Pravda que insulta y se burla de las personas notables, librepensadoras que abandonan Rusia, calificaba de rusofobia las sanciones adoptadas por los distintos comités deportivos internacionales a raíz de la invasión de Ucrania. En su edición del 2 de marzo, el periódico moscovita acusaba a Europa y América de “atacar y hostigar” a los rusos e interpretaba las sanciones como rusofobia. La verdad es que el COI permite competir a los atletas rusos como independientes, sin himno ni bandera. Pero la verdad interesa poco. Si el putinato ordena rusofobia habrá que cumplir la orden y esperar la llegada de los miles de féretros de Ucrania para que en Rusia se extienda la putifobia.

Yates a la fuga

Madrid, 13-03-2022.– Luis Díez

Los multimillonarios rusos Román Abramovich y Vagit Alekperov sacaron aprisa sus yates de lujo del puerto deportivo de Barcelona ante el temor de que les fueran confiscados por las autoridades españolas. Otro oligarca del “putinato”, Andrey Molchanov, creyó, en cambio, que la invasión de Ucrania iba a ser un paseo militar y mantuvo su barco, el Aurora, en los astilleros de MB92, especializados en la reparación y mejora de estas lujosas embarcaciones durante el invierno. El yate de Molchanov, es el menor de los tres remozados por la mencionada empresa este invierno y está valorado en 120 millones de euros. La cuestión es ¿a qué espera el Ejecutivo de Pedro Sánchez para inmovilizarlo y, en su caso, incautarse de él y de otros bienes de los cómplices del genocida ruso?

La velocidad caracol del Gobierno español (y de la propia UE) a la hora de aplicar las sanciones económicas a los prebostes de Moscú ha permitido a los principales directivos empresariales, también llamados “monederos” y “amigantes” de Putin, poner a salvo sus juguetes náuticos más apreciados. El propio mandatario ruso dio orden a la tripulación de su yate Graceful, valorado en unos cien millones de euros, de abandonar el puerto de Hamburgo y navegar hacia puerto seguro antes de la invasión militar de Ucrania. El periódico Bild dijo: “Realmente fue una fuga por temor a la confiscación”.

Tras la reunión de amigantes (“amigos mangantes”, en la acepción del filósofo Emilio Lledo) convocada y presidida por el plutócrata del Kremlin pocos días antes de desencadenar la guerra, el yate Solaris, valorado en 600 millones de euros, propiedad del magnate petrolero y minero Roman Abramovich, zarpaba a toda máquina del puerto de Barcelona con rumbo desconocido. Y lo propio hacía el Galactica Super Nova, de Vagit Alekperov, presidente y director ejecutivo de la petrolera Lukoil, rumbo a Montenegro o a Bulgaria, donde ese tipo posee fuertes intereses inmobiliarios.

El mismo día de la invasión, 24 de febrero, el periódico Guardian afirmaba que los yates de Abramovich y Alekperov estaban en el puerto de la capital catalana. En realidad ya habían zarpado. El propietario del Solaris, Abramovich, del que se dice que posee otros dos grandes yates, se apresuró a salvar además otro de los valiosos juguetes de su fortuna personal (más de 14.000 millones de euros, según Forbes), el Chesea FC londinense. Mientras decía sentirse horrorizado por la guerra, dejaba la presidencia del club de fútbol en manos de una fundación para que vendiera el club por 4.000 millones de euros.

Y eso que el preboste, de nacionalidad portuguesa, israelí y rusa, con residencia en una mansión de Londres, parecía gozar de la protección del primer ministro Boris Johnson. Algunos medios le consideraban “no sancionable” porque podía actuar de mediador ante el genocida del Kremlin y evitar mayores males. Pero la masacre del 9 de marzo contra el hospital materno infantil de Mariúpol fue la medida de lo que el mundo podía esperar del sanguinario de mirada fría, rostro de roedor y síndrome de Keops. Y entonces, el despelurciado Johson, quien se ha caracterizado por su portazo a los refugiados ucranianos, decidió confiscar todos los bienes y cuentas bancarias de Abramovich y seis oligarcas del círculo de Putin.

En cuanto al Galactica Super Nova, el otro gran yate que huyó del puerto de Barcelona por temor a la requisa, vale decir que su propietario, Alekperov, presidente y director ejecutivo del gigante energético Lukoil (el tercero de Rusia), en el que tiene una participación del 20% –posee además el 36,8% del Spartak de Moscú–, es copropietario del Port Vell, el puerto deportivo de Barcelona, desde 2017. El histórico puerto pesquero fue renovado para los Juegos Olímpicos de 1992. El Ayuntamiento de CiU, la disuelta coalición de la derecha nacionalista catalana, lo cedió en 2010 al Grupo Salamanca, con sede en Londres, para su desarrollo como puerto deportivo de superyates. En 2017, la propiedad pasó al Banco QInvest (Qatar Inversiones) y a un fondo del que Alekperov es accionista. La concesión caduca en 2048 y los beneficiarios proyectan ampliar su capacidad con una inversión de 20 millones de euros para convertirlo en el puerto de megayates más grande del Mediterráneo.

Con la fuga de los dos barcos mencionados, el Gobierno español solo podrá inmovilizar e incautarse del Aurora de Mochanov, un tipo que domina el Grupo LSR, el mayor productor de materiales de construcción de Rusia, y figura en Forbes con un patrimonio personal neto de mil millones de euros. Es curioso que tanto el buque de ese Mochanov, cuyo nombre evoca la rebelión con la que comenzó la revolución bolchevique de 1917, como los de sus acaudalados colegas prescindan del pabellón de su patria y prefieran navegar con bandera de las Bahamas, las Caimán y otras islas del Caribe. Muestran la opulencia pero camuflan su origen, el saqueo al pueblo ruso, y disfrazan su identidad.

En contraste con la falta de decisión del Ejecutivo español de golpear a los potentados cómplices de Putin donde más les duele, el Gobierno del canciller alemán Olaf Scholz, no ha dudado en echar el guante al Dilbar, el barco de lujo de Alisher Usmanov, valorado en 600 millones de dólares y considerado, por tonelaje bruto, el yate a motor más grande del mundo. Usmanov, nacido en Uzbekistan y con nacionalidad rusa, británica y uzbeka, amarraba su yate en el Puerto de Barcelona y viajaba en su avión privado a la capital catalana con gran frecuencia. Principal accionista del Arsenal FC londinense, se barco ha sido incautado en las instalaciones del astillero Blohm+Voss, en Hamburgo, donde estaba siendo remozado. Se trata del mismo astillero que construyó el Eclipse, el segundo yate del oligarca Abramóvich.

Por su parte, las autoridades francesas han confiscado el yate de Igor Sechin, el jefe de la petrolera estatal rusa Rosneft, en el puerto de La Ciotat, a cuarenta kilómetros de Marsella. El ministro de finanzas francés, Bruno Le Maire, informó de la operación. Ese Sechin, “amigante” del plutócrata asesino, está considerado como la segunda persona más importante de Rusia. Cambió el nombre de su yate en 2017, cuando se divorció de su segunda esposa, Olga Rozhkova. De Santa Princesa Olga pasó a llamarse Amore Vero. Aunque el personaje negó en su momento que el superyate fuese suyo, un reportero de Novaya Gazeta de Moscú rastreó imágenes del Instagram de su esposa Rozhkova a bordo del buque en los puertos más caros del mundo.

Y las autoridades italianas se han incautado en el puerto de Trieste (noreste de Italia) del superyate de vela del magnate de los fertilizantes, Andrey Melnichenko. Este ricacho nacido en Bielorrusia bautizó el barco con las siglas SYA (Sea Yatch Aleksandra) en honor a su esposa, la modelo Aleksandra Kokotovic, quien fue operada de apendicitis en un hospital de A Coruña. El yate está valorado en más de 500 millones de euros y pasa por ser el mayor del mundo a vela.

El presidente del Gobierno italiano, Mario Draghi, propuso que la segunda oleada de sanciones de la Unión Europea permitiera confiscar los bienes de los millonarios rusos cuyo valor superase los diez millones de euros. Aunque es dudoso que en España sirviera ese patrimonio para atemperar la carestía provocada por el plutócrata para financiar la invasión de Ucrania, incluida la contratación de mercenarios de Siria, sería una buena medida para que los súbditos millonarios del canalla no se fueran de rositas. Les avisó el estadounidense Joe Biden: “Estamos uniendo fuerzas con nuestros aliados europeos para recuperar vuestros yates, alojamientos de lujo, aviones privados. Vamos a por vuestras riquezas mal habidas”. Eso dijo. Y en España nos preguntamos cuándo”.

Estos son los misiles que utiliza el desalmado Putin

Madrid.–04-03-2022.– Luis Díez

Aunque la guerra y la verdad sean incompatibles, dice la prensa no impresa de Kiev que “Moscú llora la muerte en Ucrania del general invasor Andrei Sukhovtesky. Y los ucranianos lo mandan al carajo en sus comentarios”. Lógico. El ya exgeneral de la 7ª División Aerotransportada del Ejército de Putin se encargó de trasladar a 10.000 mercenarios chechenos a combatir en Ucrania. En estos momentos, esos combatientes, con fama de ser especialmente brutales, están al borde de Kiev. Su jefe político, el carnicero Ramzan Kadyrov, se los ofreció a Moscú y los arengó antes de partir. En su mensaje incluyó una bravuconada contra el presidente democrático de Ucrania, Zelensky: “Le aconsejo que llame a Putin cuanto antes y le pida perdón”.

Los mismos medios de comunicación ucranianos que informan de la muerte del primer general de Putin, cazado por un francotirador, y celebran de que haya sido enviado al infierno, destacan el gasto en misiles Grad-4 de los atacantes. Estos cohetes de 122 milímetros de calibre y un alcance de 40 kilómetros están siendo profusamente empleados contra las principales ciudades ucranianas. Primero destruyen las infraestructuras básicas para dejar sin agua, luz, combustible, radio, televisión e hilos telefónicos a los ciudadanos, y después atacan torres de edificios residenciales. Los Grad-4 son lanzados desde plataformas móviles. Son armas de cobardes, para machacar y masacrar sin riesgos a la población mientras tratan de avanzar y poner cerco con sus carros de combate.

Es lo que están haciendo contra la capital, Kiev; Chernígov, al norte del país; contra Járkov, en el noreste, y contra Mariupol, en la región del mar de Azov. Y es lo que harán contra Odesa por tierra y mar. Las tropas movilizadas desde Crimea contra las regiones independentistas de Donekts y Luhansk, que el belicoso Putin se apresuró a reconocer como nuevas Republicas Populares, como parte de su plan de apoderarse de Ucrania, también van provistas de ese tipo de misiles guiados y cuentan con cohetes Buk-1 contra objetivos aéreos a partir de treinta metros de altura.

Otros artefactos que los militares rusos están empleando con profusión son los Tos-1A Solntsepek, cohetes no guiados de calibre 220, diseñados como “lanzallamas”, ya que al estallar crean una mezcla termobárica, una nube que absorbe todo el oxígeno, aumentando bruscamente la presión y luego haciéndola caer muy por debajo de la atmosférica, con unos efectos mortales un radio de hasta doscientos metros del objetivo. Estos misiles fueron utilizados contra los chechenos en 1999 y 2000, y resultaron “muy útiles” en entornos urbanos. Se montaron sobre carcasas de carros de combate T-72, de los que Rusia tenía gran excedente.

El alcance de los infernales Tos-1 es de 400 metros a cinco kilómetros y cada plataforma lleva treinta cohetes. Los ucranianos les llaman “Pinochos” y los rusos “Baturinos”, como el nombre del héroe de la versión rusa del famoso cuento, escrita por Alexey Tolstoy. El primo del gran León Tolstoy no dudaría hoy en dar continuidad a su trilogía La muerte de Iván el Terrible (1866), zar ambicioso y brutal del siglo XVI, dominado por la paranoia, con el plutócrata Putin, quien ha sido considerado descendiente directo de aquel zar por el escritor ruso de nuestro tiempo Vladimir Sorokin.

El Krenlim también ha utilizado misiles Iskander contra la población de Zhytomyr desde el territorio de Bielorrusia. Es el arma más peligrosa por su trayectoria de vuelo bajo y su alcance hasta 500 kilómetros. Se trata además de un artefacto que los servicios occidentales estiman que puede tener un alcance diez veces superior al declarado. Los expertos del Pentágono creen que Rusia ha falsificado los datos sobre los Iskander para ocultar la violación del Tratado sobre la Eliminación de las Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio (Tratado INF), ya que este misil posee capacidad de carga nuclear.

Aparte las amenazas verbales del autócrata del Krenlim sobre su disposición a utilizar armas nucleares si la OTAN interfiere sus planes, la falta de sensatez de sus generales ha quedado bastante clara en el bombardeo, el octavo día de esta guerra, de la central nuclear de Zaporiya, en el centro del país (cauce medio del Dniéper). Como si los ucranianos no hubiesen sufrido bastante con el desastre nuclear de Chernóbil, los invasores han demostrado que les importa poco volar, si es necesario, el mayor complejo nuclear del continente europeo (seis reactores) y en una zona más densamente poblada que Chernobil. Por suerte, las explosiones no han dañado la central, aunque han quemado un edificio administrativo.

La guerra es eso: horror y errores de generales ineptos. Y muerte, destrucción, dolor, cientos de miles de refugiados, escasez, miseria, hambre. Lo dijo Steinbekc. Y añadió: “Y cuando todo haya pasado solo quedará más odio, más pobreza, más dolor y más rencor”. Pero para eso falta bastante en esta guerra, y si tenemos en cuenta la interpretación del presidente francés, Emmanuel Macron, de su última conversación con el desalmado (sin alma) Putin, los peores bombardeos están por llegar.

‘Desnazificar’ a Putin

Madrid, 1-03-2022.– Luis Díez

Después de ordenar la invasión militar de Ucrania, la madrugada del 24 de febrero, Vladimir Putin dijo a la nación que “la operación especial militar” tenía el objetivo de “desnazificar” el país. El presidente de Rusia evitó la palabra “guerra”. Su mensaje era también una consigna, pues los principales medios de comunicación rusos no pronuncian ni escriben la palabra que los avergüenza. De antemano sabemos que la guerra es destrucción y muerte y ruina. Y también mentiras. El Putin que ayer aseguraba que no iba a atacar a los vecinos y hermanos del sur los invade con toda la ferretería pesada y los está masacrando con misiles.

Además de un mentiroso de marca mayor, el autócrata ha demostrado la perversidad que alberga su cabeza de cebolla al envolver su mensaje en la capa histórico-ideológica de “desnazificar” Ucrania. ¿Acaso estamos en 1941 y las divisiones nazis han invadido el territorio ucraniano? La connotación histórica, perversamente calculada, apela a la memoria y los sentimientos del noble pueblo ruso que acudió a combatir a las tropas de Hitler junto a sus hermanos ucranianos. Por cierto que entre ellos había un buen puñado de republicanos españoles. Tuve la ventura de amistar con uno de ellos, el aviador José María Bravo Fernández-Hermosa. Combatió como guerrillero en la región de Azov, con el mando en Jarkov. Realizó operaciones de sabotaje a la retaguardia alemana en unas condiciones climáticas muy adversas, en las que perder el contacto visual, desorientarse y morir congelado eran sinónimos. Después, como aviador, fue jefe de una escuadrilla de Kittyawks (avión norteamericano, por cierto) encargada de proteger los pozos petrolíferos de la región de Bakú, en el Caspio. Le vi por última vez (murió el 26 de diciembre de 2009) en la presentación del hermoso libro de memorias que escribió con la colaboración del amigo Rafael de Madariaga y publicó la Fundación Aena: El seis doble: Bravo y los Moscas en la Guerra Civil Española y en la Segunda Guerra Mundial.

En términos políticos e ideológicos resulta sorprendente que el belicoso mandatario ruso consigne el término “desnazificar” cuando la extrema derecha ucraniana fue humillada en las elecciones generales ucranianas de 2019. Recibió menos del 2% de los votos. Eso es mucho menos apoyo del que consigue en países indiscutiblemente democráticos como España, Francia, Alemania o Italia. Ucrania es un país democrático, cuyo presidente popular fue elegido en elecciones libres con más del 70% de los votos. Pero además, como recordaba Jason Stanley en The Guardian, el presidente Volodymyr Zelenskiy es judío y proviene de una familia parcialmente aniquilada en el Holocausto nazi.

Bastaría lo dicho para demostrar la falacia del plutócrata ruso si no fuera porque además ese tipo que persigue, encarcela y liquida a periodistas y dirigentes de la oposición democrática encabeza el movimiento fascista global. No cabe engañarse, de comunista, como algún político botarate afirma todavía, sólo tiene la pobreza de la población de su país, acentuada durante sus más de veinte años de mandato. Las palabras de admiración y apoyo hacia del gran instigador de la ultraderecha occidental, el expresidente estadounidense Donald Trump, confirman el liderazgo faccioso de Putin. Se podrá decir, como hizo Felipe González Márquez cinco años antes del asalto al Capitolio, que Trump es un “necio” redomado, pero su bravuconada ha dado la vuelta al mundo. Y no conforme con respaldar la invasión de Ucrania a sangre y fuego, el necio añadió que “eso mismo (la invasión militar) deberían hacer ellos con México.

Ya sabemos que el nazi-fascismo es el culto al líder que promete la restauración de la grandeza de la nación supuestamente saqueada por inmigrantes, desnaturalizada por minorías étnicas y religiosas, y amenazada por feministas, gays y cuantos movimientos sociales y políticos reivindican la libertad y la igualdad. El líder fascista se erige en salvador y se cree llamado a restaurar la antigua gloria imperial (y a menudo el antiguo territorio) con violencia y por las armas. Eso es, precisamente, lo que está haciendo el canalla Putin contra Ucrania. Y contra el noble pueblo ruso, que debería “desnazificarle”, es decir, echarle ya del Kremlin a patadas.

Ayuso se ensaña con Rivas en materia escolar

Luis Díez

Por alguna razón ajena a las racionales mentes, el Gobierno de la Comunidad de Madrid ha decidido mantener una situación de injusticia educativo y abuso del poder con la población de Rivas-Vaciamadrid (95.000 habitantes). El Ayuntamiento le entrega solares para que construya colegios e institutos, pero el Ejecutivo regional mira para otro lado y deja pasar el tiempo (los años) sin cumplir su obligación. Un año más Rivas sufre una situación de “emergencia educativa”, como denuncian las pancartas colocadas en los parques y rotondas de la ciudad. Es como si la presidenta Isabel Díaz Ayuso, su poderoso asesor Miguel Ángel Rodríguez y sus aliados de la ultraderecha hubieran decidido declarar la guerra política a la izquierda (IU y PSOE) que gobierna este municipio desde las primeras elecciones locales (1979) en una materia como la enseñanza pública obligatoria que perjudica también a sus votantes y seguidores.

Rivas necesita dos colegios más de enseñanza infantil y primaria, dos nuevos institutos de enseñanza media y también un centro de formación profesional. Pero el PP, que ordena y manda desde la Puerta del Sol, prefiere alimentar la tensión. Un ejemplo: va a hacer tres años desde que, en noviembre de 2018, el Ayuntamiento de esta ciudad entregó al Ejecutivo de Ayuso una parcela de más de 2.500 metros cuadrados, valorada en cuatro millones de euros, para la construcción de un colegio de educación infantil y enseñanza general básica sin que hasta el día de hoy las autoridades autonómicas hayan decidido contratar e iniciar las obras de construcción. Torres de pisos habitados por familias jóvenes desde hace más de un año rodean esa parcela en la avenida de Pablo Iglesias (el de la imprenta, no el de la televisión). Aulas prefabricadas empiezan a aparecer en los recintos de otros centros. De lo único que se ha ocupado el Ejecutivo de Ayuso es de que el futuro colegio no lleve el nombre de Mercedes Vera, tal como decidió en su día el Consejo Municipal de Educación, que es un órgano consultivo del Ayuntamiento, sino que se llame de la Hispanidad. ¿Por qué?

Las torres de pisos se elevan en menos de un año mientras el Gobierno de Ayuso lleva ya tres de retraso en la construcción de un colegio

Mercedes Vera (1907-2000) fue una maestra represaliada por la dictadura franquista, una mujer que acabó enseñando en la finca El Porcal y en el casco antiguo de aquella pequeña aldea de aparceros que era Rivas hasta los años ochenta del siglo pasado en que la necesidad de viviendas la convirtió en la ciudad actual. Los enseñantes y el consistorio entendían que aquella mujer que combatió el analfabetismo en unas condiciones de pobreza, precariedad y persecución inenarrables merecía un reconocimiento y un recuerdo, pero ya se ve que con la derecha extrema y la extrema derecha eso no es posible. Y la construcción de colegios e institutos públicos en tiempo y forma, tampoco.

Si la iniciativa privada ya ha plantado sus ciudades escolares e implantado su negocio con dos complejos de pago (desde infantil a la universidad) y uno concertado, y no parece que los estamentos confesionales que dominan el sector puedan obtener ya más rendimiento económico, dada la asfixia de las familias, hipotecadas hasta las cejas, la incuria y la injusticia hacia los habitantes de Rivas sólo encuentra explicación en el belicoso estilo de mando de una derecha que, por otra parte, destina cuantiosos fondos de los impuestos de todos los madrileños (pobres y ricos) a compensar la factura escolar de los pudientes que llevan a sus hijos a los colegios privados de pago. En esta materia la señora Ayuso, para quien “la libertad es hacer lo que me da la gana”, sigue la política de su mentora, señora Aguirre, también conocida como la reina de los batracios.