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Poema a vida o muerte en el 75º aniversario de Miguel Hernández

Hoy hace 75 años que murió el poeta Miguel Hernández en la cárcel de Alicante. Guardo y releo de vez en cuando el cuaderno con la obra de teatro Sino sangriento que dirigió Marcos Ana e interpretaron los presos de la cárcel de Burgos como homenaje a «la voz ahogada» del poeta. El manuscrito, en letra apretada por falta de papel, realizado por Marcos en el penal de Burgos y representado en el otoño de 1960 por un grupo de presos políticos que se bautizaron con el nombre de «La Aldaba», fue editado e impreso por Félix Pérez Ruiz de Valvuena muchos años después, en 2007, para darle una sorpresa al propio autor. La obra consta de tres actos y recorre con un narrador y varios declamadores, la vida y los principales poemas de Miguel. Marcos los había memorizado. La obra fue un milagro en una cárcel franquista. Parece increíble que llegaran a representarla, pero lo hicieron. Hoy, a modo de homenaje, rescato el poema que Miguel escribió llamando a los jóvenes a  jugarse la vida por la libertad. Podéis leerlo a continuación.

Poema de Miguel Hernández

 

Honradez intelectual sería menester

La falta de honradez intelectual como carencia visible de algunos dirigentes políticos (y académicos) puede ser el síntoma más seguro de lo que podemos esperar de ellos. ¿Cuándo empleo Lope Félix de Vega Carpio (Lope de Vega) las expresiones tabernarias que le atribuyó el máximo dirigente de Podemos, Pablo Manuel Iglesias Turrión, para referirse al Parlamento? ¿Fue en La Dorotea, La Circe, La dragontea, en Isidro, en El acero de Madrid, en Fuenteovejuna, La dama boba, El villano en su rincón? ¿En las comedias de costumbres, El beatus ille…? ¿En las de enredo, El perro del hortelano…, en los dramas del Romancero?

Uno lanza contra el adversario político una ristra de expresiones populares más o menos ofensivas y efectistas, buscando el titular del periódico y el corte tonitonante de televisión, y se escuda detrás del Fénix de los Ingenios o de otro autor de relieve, convencido de que nadie le va a buscar las vueltas sobre su falta de honradez intelectual. Es lo que hizo Iglesias (Páginas 6 y 7) en el último pleno del Congreso y lo que ocurre cuando el desprecio de las humanidades y la erudición nos convierte en súbditos de la ignorancia y víctimas de la picaresca política de toda la vida en este llamado Reino de España.

Con similar frecuencia asistimos a otras formas de improbidad intelectual como la omisión de los autores de las ideas, fórmulas, frases y párrafos para adornar monólogos que de otro modo resultarían romos. Es lo que hizo fechas atrás el jefe del gobierno, Mariano Rajoy Brey, en su exposición ante el Congreso sobre la penúltima cumbre europea, incorporando en su discurso argumentos del europeista y diputado republicano José Ortega y Gasset sin citarlo. La falta de honradez intelectual de Rajoy quedó al descubierto cuando Iglesias, que demostró haber leído algún texto de Ortega sobre la «europeización de España», lo citó expresamente, obligando a Rajoy a revelar su ocurrencia para no ser menos (Página 38, segundo párrafo).

Pareja carencia de honradez intelectual hemos de atribuir a los políticos cuando propalan al buen tuntún (a los tontos) críticas que alimentan la ignorancia popular. Lo hemos visto hace unos días con la invocación de aquella famosa ley de la «patada en la puerta». La portavoz parlamentaria de Podemos y novia de Iglesias, Irene Montero Gil, atribuyó la oposición de los socialistas a la Ley de Seguridad Ciudadana del PP, conocida como «ley mordaza», al afán de reponer aquella ley, como si el Tribunal Constitucional no hubiera anulado hace más de veinte años un precepto introducido por el entonces ministro del Interior y exsindicalista del metal José Luis Corcuera Cuesta para perseguir la distribución de las drogas que diezmaban a la juventud española en unos establecimientos protegidos por la ley como son los domicilios privados y en los que la policía no puede entrar sin orden judicial.

Aquel precepto borriquero estuvo en vigor muy pocos meses, los que el Constitucional tardó en anularlo. Y el ministro cumplió su palabra y dimitió, por lo que invocar ahora aquella norma de pegadizo título popular, omitiendo lo ocurrido, puede ser útil para colocar un título o salir en televisión, que es lo que importa, pero no es intelectualmente honrado, como bien sabe la licenciada en psicología y doctoranda Montero.

La crítica fundada en la falsedad y el ardid recibe el nombre de «demagogia», cuya acepción original es el arte de dirigir al pueblo. Y si reflexionamos sobre la responsabilidad que esa misión lleva aparejada para quienes han sido democráticamente elegidos para ejercerla, ya sea como legisladores o como ejecutivos, enseguida apreciamos la honradez como el principio inspirador del trato justo y el recto proceder. Sin honradez se puede beneficiar a un grupo, una secta, un sector, a una minoría determinada, un grupo político, ideológico, religioso, a los patronos, a los trabajadores, a una mafia… Quien, para empezar, prescinde de la honradez intelectual en una intervención verbal revela, aparte el deprecio a los demás, un comportamiento que le conducirá a la corrupción y la injusticia y, por tanto, será considerado indeseable. He ahí otro indicador de la gangrena política.

Adiós a las armas

La industria del mal ontológico (en sí mismo) se ha desarrollado desde tiempos inmemoriales y ha experimentado en el Reino de España periodos de gran auge y actividad, proporcionando empleo directo e indirecto, a tiempo parcial y completo, a más operarios que algunos subsectores como el del curtido y el calzado, la confección de boinas y sombreros, la carpintería de mimbre y tantos otros. En la segunda mitad del siglo pasado y la primera década del presente prosperó un singular complejo de producción de daño. Lo fundaron en mayo de 1962 en el Monasterio de Bellóc, en Bayona, unos jóvenes barbilampiños dispuestos a correr riesgos extremos.

Sus primeros productos fueron ciertamente defectuosos, si bien, enseguida se capacitaron, se dieron mejor maña y dispusieron de herramientas más perfectas, de modo que la producción de estragos experimentó un salto desde la chapuza al perfecto acabado, desde el sabotaje con llama o sin ella en la mano, al asesinato. La presentación del primer producto de cuerpo presente se registró el 7 de junio de 1968. Después, la actividad fue creciendo, se expandió, aumentó cuantitativa y cualitativamente y fue arraigando.

La producción del mal que reflejan los balances permite afirmar que la actividad hasta la muerte del dictador fue de 43 asesinatos y desde la desaparición de aquel hasta el 11 de octubre de 2011, en que suspendieron definitivamente la producción de daño, ha sido 829 crímenes de otras tantas personas más. La plantilla de activistas a tiempo completo, parcial, eventuales y colaboradores fluctuó en esos 49 años entre mil y dos mil  operarios.

Ni que decir tiene que en el periodo de mayor actividad –lo que se llamó «dinámica infernal» de acción-reacción, en un proceso cibernético imparable– la plantilla de esa industria en la que se ocupaban los que se iban al monte y los encargados de perseguirlos, capturarlos y, en muchos casos, liquidarlos,  fue muy superior a la empleada en las fábricas de Inditex en España, cuyo fundador y promotor, el empresario Amancio Ortega, alcanzaría después el primer puesto en la lista de personas más ricas del mundo.

Sería absurdo negar que el sector del daño y su valor añadido (el miedo hasta la máxima expresión: el terror) ha generado cuantiosos beneficios económicos directos e indirectos, enriqueciendo a personajes de verdadera relevancia patriótica verbal. El sector del mal siempre ha movido mucho dinero, y el del mal absoluto, mucho más. La mencionada industria llegó a ser un valor tan seguro que no estaría de más recordar las protestas gubernamentales cuando los promotores renunciaron al mercado catalán de acuerdo con un tipo del gobierno autonómico que se llamaba Carold Rovira. Incluso, cuando decían que ZP negociaba el cese de la actividad, se organizaron procesiones masivas exigiendo a gritos («Con Zapatero, como con su abuelo») que fuera fusilado.

Ahora, ante la entrega definitiva de las armas, anunciada para el 8 de abril por los sucesores de los promotores de aquella actividad que tanto daño ha causado, parece llegado el momento de preguntarles qué habría ocurrido si todo el derroche de vidas y energías dedicadas a la producción del mal se hubieran orientado, como hizo el señor Ortega, a la confección de ropa para vestirnos e ir elegantes. Y quien dice ropa para el cuerpo, dice nutrientes para el intelecto, que buena falta nos hacen. Se cierra una época de la que algunos se resistían a separarse y no volverá aquel «terrorismo de baja intensidad» con el que otros soñaban para seguir forrándose. Por su reacción los conoceréis.