Archivo por meses: junio 2017

Borbón emberrechinado

 

Correveidiles palatinos han puesto en conocimiento de los españoles y demás interesados el enfado del rey emérito Juan Carlos I de Borbón por no haber sido invitado a la solemne sesión de las Cortes que protagonizó su hijo Felipe VI El Preparado para conmemorar el cuadragésimo aniversario de las primeras elecciones democráticas tras el final de la dictadura franquista. El olvido del Borbón padre por parte de la presidenta del Congreso, Ana Pastor Julián, se reputa imperdonable y ha sido noticia por la contrariedad de su enormidad. En esta corte de los milagros donde nos falta un Valle Inclán, también ha sido noticia el hecho de que por primera vez el rey llamase «dictadura» a la dictadura militar surgida del golpe de Estado del 18 de julio de 1936 contra el orden democrático de la II República, dando lugar a la Guerra Civil y a cuarenta años de tenebrismo, represión y miedo. Decía el sociólogo Amando de Miguel que «el franquismo fue el fascismo con corrupción». Y fue algo más: un régimen de terror, asentado sobre montañas de muertos y cimentado con el miedo. De las tres clases de miedo enumeradas por el historiador Claudio Sánchez Albornoz: el miedo del pueblo al dictador, del dictador al pueblo y del pueblo al pueblo, el último fue el más toxico. La dictadura suministró pantanos de veneno a los españoles para impedir la reconciliación y perdurar per omnia seculas.

Tan paradójico parece el monarca emberrechinado, que dirían en Tocina (Sevilla), porque a sus 79 tacos ni siquiera ha aprendido a ser rey de sus humores, que es privilegio de los animales más evolucionados, como la noticiosa sorpresa por las palabras de su hijo en el templo de la soberanía nacional al prescindir del habitual eufemismo («régimen anterior») para referirse a la dictadura.

En lo atinente al cabreo del rey emérito, vale preguntar si no le aplaudieron bastante durante su reinado, para el que fue designado por el dictador, y si le parece mal que vitoreen a su hijo. ¿Quería dislocar los pescuezos de sus palmeras señorías, dirigiendo, ora al palco, ora al orador, sus ovaciones? ¿Por qué causa o razón debemos reputar inválida la dinástica sucesión cuando de aplausos se trata?

Comoquiera que 25 de los 46,5 millones de personas que residen en España no habían nacido cuando se celebraron las primeras elecciones democráticas, el 15 de junio de 1977, bueno será recordar que en aquellos comicios participaron 18,5 de los 36 millones de españoles mayores de 21 años. Esa fue la edad para votar, y no los 18 años establecidos en la posterior ley electoral. De los que votaron entonces y hoy tienen 61 o más años, nueve millones ya han fallecido. Los otros nueve y pico recordarán que entonces se era mayor de edad a los 14 años para trabajar, a los 18 para ir a la mili (dos años) a defender a la patria, pero no para votar.

El sucesor de Franco a título de rey fue a Estados Unidos a anunciar ante el Congreso estadounidense las elecciones libres y democráticas. Su anuncio no figuraba en su discurso inicial, pero el entonces ministro de Asuntos Exteriores, José María de Areilza, conde de Motrico, le introdujo las veintisiete palabras que finalmente pronunció ante los congresistas en Washington.

Era el año 1976, la gente estaba en las calles reclamando democracia y libertad, los trabajadores de la industria, la construcción y el transporte urbano estaban en huelga, la ultraderecha nazifascista asesinaba, secuestraba y apaleaba a estudiantes, trabajadores y periodistas. La Policía Armada (un cuerpo militar) disparaba a matar, no sólo con balas, sino también con botes de gases tóxicos y lacrimótenos. Al regresar de aquel viaje, el rey Juan Carlos echó a Carlos Arias Navarro, el último jefe de gobierno designado por el dictador, y nombró al falangista evolucionado Adolfo Suárez con el encargo de convocar las anunciadas elecciones. Con Arias salió del gobierno el vicepresidente y ministro de la Gobernación Manuel Fraga Iribarne, que era un desastre, provocó bastantes muertes, lanzó soflamas autoritarias («La calle es mía» y otras) y quiso mantener la pena de muerte a toda costa.

El rey Juan Carlos maniobró para intentar que el Partido Comunista de España (PCE), la principal (y casi única) fuerza de oposición a la dictadura, con un prestigio enorme entre los trabajadores y los jóvenes, es decir, en los ámbitos sindicales y universitarios, no se presentara a las elecciones. Llamó y escribió al presidente de Rumanía, el dictador comunista Nicolás Ceaucescu, para que transmitiera al secretario general del PCE, Santiago Carrillo, que residía en París, que no podían presentarse a las elecciones con la siglas del partido y si querían, concurrieran como independientes. El dirigente eurocomunista en el exilio rechazó de plano tal pretensión. El resto de la historia ya es conocida por los videos de la Prego, Sólo añadir que Suárez, un hombre inteligente, comprendió que una democracia mutilada no era posible ni creíble, y se jugó el bigote frente al bunker franquista, los golpistas y los truenos de Fraga, legalizando al PCE. Además de inteligente, Suárez era afable, un tipo encantador. Y fue un hombre valiente.

Aquellas Cortes surgidas de las elecciones del 15J elaboraron la Constitución de 1978, y la monarquía quedó instituida como forma de Estado y fue refrendada por la mayoría de los españoles en el referendo del 6 de diciembre de aquel año. De este modo, el rey Juan Carlos I de Borbón pasó de ser un producto de la dictadura a un elemento de la democracia constitucional. En puridad le importó más recuperar y mantener la Corona que promover la libertad y los derechos de los españoles. Su temor a la oligarquía y al Ejército franquista explican la petición a los dirigentes comunistas, que ya en los años cincuenta apostaban por la reconciliación. Era un cobarde con un manto de la prudencia, pero un cobarde. Hasta su padre Juan de Borbón, heredero dinástico de Alfonso XIII y despreciado y odiado por Franco, elogió el patriotismo de los comunistas cuando se dejó querer por la llamada Junta Democrática.

Es tan cierto como el que se saca un ojo y queda tuerto que el emberrechinado monarca desarticuló el golpe de Estado del 23 de febrero de 1981 con la inestimable lealtad y diligencia de su ayudante militar, el general Sabino Fernández Campo, y que aquella noche del 23F, con los diputados y el Gobierno en pleno secuestrados a mano armada por los guardias civiles al mando del coronel Tejero Molina y con Milans del Bosch, Alfonso Armada y otros mandos militares en el ajo, se ganó la Corona y el aprecio de los demócratas. Si hubiera respaldado el golpe de Estado después de haber encerrado a Suárez con varios generales golpistas (los del «golpe de timón») que provocaron su dimisión, ni él sabe si habría podido volver, aunque fuera perniquebrado, de alguna cacería de elefantes en África o de otras agradables (y dispendiosas) aventuras.

Decía el poeta José Bergamín que las paradojas nos sirven de paracaídas para no rompernos la crisma. Pero no por eso deja de ser paradójico que para celebrar el 40º aniversario de las primeras elecciones democráticas se otorgue el protagonismo al rey, un jefe del Estado ajeno a la democracia, al que nadie ha votado y que no responde ante los representantes del soberano por más que reafirme, como hizo Felipe VI, «el compromiso de la Corona con la democracia». No vamos a rompernos la crisma con una sesión borbónica más o menos, pero quede claro que a los Borbones los repuso el dictador y fueron aceptados por los partidos dinásticos. Y que fue la lucha de la gente (sangre y tortura de demócratas asesinados y encarcelados), de los partidos de izquierda (PSOE, PCE y otros), de los grupos adheridos a la Unión de Centro Democrático (UCD) de Suárez, y el ansia y el clamor de libertad los que trajeron la democracia, con el acierto, claro, de algunos dirigentes políticos que supieron interpretar correctamente aquel tiempo.

 

Canadá

Arces en un parque de Toronto

¿Qué sectores de la economía productiva española se verán perjudicados por el Tratado de Libre Comercio entre la Union Europea y Canadá (CETA) para que los socialistas españoles se debatan ahora entre el rechazo y la abstención a la ratificación del acuerdo en el Parlamento? Los que lo saben no lo explican y los que lo explican no lo saben. Si se tratara de proteger a la agricultura española de la competencia canadiense habría que fijarse en los cereales, la principal producción canadiense, pero no parece que el trigo y las gramíneas de Saskatchewan vayan a hundir los precios del grano de Castilla. ¿Y el viñedo? Tampoco. ¿Y el olivar? Mucho menos. ¿Y la producción de frutas y hortalizas? Ya me dirán.

Antes, al contrario, el desarme arancelario permitirá la apertura de un nuevo y gran mercado para los productos mediterráneos. Será una oportunidad de ensañar a los canadienses a comer más variado y mejor. En la ganadería es cierto que la carne canadiense puede afectar al mercado español, pero los expertos consultados sostienen que el impacto se compensará con la exportación de productos lácteos elaborados. Albricias para los quesos de la montaña. También para los embutidos elaborados.

¿Necesita la industria española la protección del economista Pedro Sánchez, líder del PSOE, y del politólogo y comunicólogo Pablo Manuel Iglesias, líder de Unidos Podemos, para mantener su cuota de mercado frente a la competencia canadiense? ¿Qué industria? ¿La textil, el calzado, la automoción, la robótica, la electrónica, las telecomunicaciones, la química, la farmacéutica, la máquina herramienta, la construcción naval, la del armamento y eso que llaman defensa? ¿Se verá afectada la producción de energía renovable por la competencia canadiense? ¿Y los minisatélites?

Es tan cierto como el que saca un ojo y queda tuerto que Canadá es una potencia exportadora (441.000 millones de dólares estadounidenses hace dos años por 411.000 en importaciones), pero su principal producción es gas y petróleo (el 10% de su PIB) y, por otra parte, si sirve madera a mejor precio a los fabricantes españoles de muebles, tanto mejor. Y si el salmón salvaje nos llega más barato, bueno será para los consumidores europeos y por ende españoles. Competimos en pesca y en industria alimentaria, pero tampoco parece que el CETA vaya a noquear a nuestra industria.

¿Perjudica el CETA al turismo, una de nuestras fuentes de ingresos exteriores? ¿Daña los derechos sociales de los trabajadores españoles, de suyo jibarizados por la derecha dizque por mandato de Bruselas y la señora Merkel? No parece que un estado social y democrático de derecho como el canadiense amenace a un estado de derechas como el nuestro. Con un ejército de reserva permanente de tres millones y medio de trabajadores en paro y unos salarios al nivel de finales de los años ochenta del siglo pasado, los sueldos de los trabajadores españoles no están amenazados por los canadienses. Al parecer, los cráneos privilegiados que dirigen el PSOE no se han enterado de que no competimos con Canadá, sino con China en materia social. Que se lo explique Toni Ferrer. Y de paso les ponga al día sobre los contratos basura y la ruina del sistema público de pensiones, más o menos, como en Canadá.

Conviene recordar que el 35% de una economía abierta como la española depende del sector exterior. La supresión del 98% de los aranceles sobre los productos que exportamos a Canadá supone un ahorro de 2.300 millones de euros anuales. Y eso es malísimo porque reduce el precio y facilita la competitividad sin bajar los sueldos a los trabajadores, que es el mecanismo más socorrido de la patronal española para mantener la cuota de mercado. Seguro que esto lo entienden incluso los que se proclaman defensores de la clase obrera y laboral sin necesidad de que se lo explique el sindicalista Ferrer.

Sin apelar a las simplificaciones y falsos dilemas, tan socorridos para el jefe del gobierno español y del partido de derechas con más dirigentes corruptos por metro cuadrado, quienes pensaban (y piensan) que los acuerdos de libre comercio con Canadá, México, Japón y Mercosur eran (y son) la mejor respuesta de la UE al falso liberalismo, egoísta y reaccionario, de Reino Unido con su Brexit y al populismo neoimperialista del necio Trump, para la mejora de la vida y los derechos humanos básicos de millones de humanes en este planeta, resulta que también estaban (están) equivocados. ¿Va a rechazar el PSOE de Sánchez el acuerdo UE-México? ¿Y UE-Japón? ¿Y UE-Mercosur?

La única explicación ofrecida por los dirigentes del PSOE para no apoyar el CETA la ha dado su nueva portavoz parlamentaria, Margarita Robles, quien sostiene que «hay aspectos jurídicos que generan muchas dudas, como, por ejemplo, los tribunales arbitrales que se establecen en ese tratado». Es lógico que para dirimir las diferencias haya tribunales. Y lógico y natural que sean imparciales. ¿Será que la UE y Canadá han acordado que no sean neutrales? Robles, una mujer de derecho (es jueza y ha sido magistrada del Tribunal Supremo), echa en falta un dictamen del Consejo del Poder Judicial al respecto.

Ya es sabido que el comercio internacional está plagado de trampas y chalaneos. No es extraño, por ejemplo, encontrarse a un suizo en Granada, Pontevedra, Cantabria o Girona intentando convencer a un envasador de agua limpia y pura de que le permita vender agua envasada de los Alpes como si fuera española. Suiza no está en la UE pero siempre hay un suizo que quiere vender líquido elemento alpino en los países de la unión sin pagar el arancel. Año tras año, los servicios de inspección comunitaria capturan a algún cantonal tramposo. No sería extraño que los sagaces mercaderes estadounidenses utilizasen el CETA como caballo de Troya para meter su mercancía en el mercado europeo sin pagar tasa de aduanas.

Naturalmente, eso sería muy injusto. El mercado europeo generaría actividad y beneficios en Estados Unidos, mientras que la producción europea no puede llegar al mercado estadounidense sin obtener permiso y pagar aranceles, lo que indefectiblemente les convierte en caros y escasos. Canadá se convertiría así, gracias a su acuerdo de libre comercio con el vecino del sur, en una cotizada plaza de lo Adam Smith llamó con cierto desprecio «comercio de tránsito». Y lo mismo podríamos decir de los mercaderes europeos que quisieran burlar el proteccionismo trumpiano. De ahí que para prevenir y perseguir las trampas con el disfraz de la hoja de arce sean necesarios medios de control y esos tribunales de arbitraje que Robles no ve claros.

En fin, si la pirueta del líder del PSOE respecto al CETA es la primera pedrada contra los que, como Indalecio Prieto en su momento, todavía se proclaman socialistas a fuer de liberales, para que rompan amarras con los «caballeristas» de hogaño, que esos sí que son de izquierdas, se entiende el rechazo al acuerdo. En este caso, el tratado UE-Canadá sólo sería para Sánchez un instrumento de verificación, un medio para saber quién asume la disciplina de voto en el pleno del Congreso de la próxima semana y quién se atreve a desobedecer a la nueva dirección. Pero ni Canadá ni los españoles ni los socios europeos merecen ser pirueteados.

Historia de una biblioteca

El edificio restaurado de la Biblioteca Central de Rivas, construido hace diez años y cerrado desde entonces. Como si quisieran borrar la burla, han pintado la fachada con las palabras «resistencia» y «felicidad»..

Al despuntar la primavera llegaron cinco trabajadores, plantaron el cartel anunciando la inversión (208.000 euros en la urbanización de la Biblioteca Central de Rivas-Vaciamadrid), les instalaron un contenedor de quita y pon para la herramienta y la ropa de labor, les dotaron de cascos, chalecos fluorescentes, pico y pala y material. Provistos de un volquete y una máquina excavadora amarilla se pusieron a desescombrar, explanar, adoquinar y asfaltar. En un mes (sin contar los días de lluvia) la obra estaba terminada. Desapareció el cartel, retiraron la vieja valla y colocaron una nueva, vinieron los de la brea y asfaltaron la entrada y señalizaron una decena de aparcamientos para coches. A continuación trajeron unos cargamentos de tierra arcillosa y la esparcieron y prensaron sobre la parcela de la biblioteca, instalando tres círculos como si fueran a plantar árboles.

¡Albricias! Por fin el Ayuntamiento de esa localidad madrileña de 80.000 habitantes, gobernado por Izquierda Unida (IU) desde hace un cuarto de siglo y en el que no queda un palmo de terreno por recalificar, se había acordado de la biblioteca, construida hace diez años y cerrada y abandonada desde entonces. Los jóvenes comentaban la feliz decisión. Esperaban poder utilizarla para preparar sus exámenes finales y de selectividad. El acondicionamiento iba a buen ritmo. La obra exterior y la limpieza y pintura del edificio estaban listos, pero la biblioteca siguió cerrada a cal y canto, y así sigue para decepción de jóvenes y viejos. A estudiar a la vía. Se nota el esmero del regidor y sus ediles en alimentar con más dinero público a la fiera de la construcción y se siente la dilación y el desinterés en todo lo demás. Decía Leonardo Saciacia que estas cosas ocurren cuando los cerdos se suben a los árboles. Lo cierto es que la instalación, especialmente demandada por los estudiantes, sigue a expensas de la arbitrariedad y, probablemente, de alguna nepótica decisión y ventajosa concesión de coima o negocio espurio como es tradición en el oxidado Reino de España.

Tareas de urbanización exterior en la parcela de la Biblioteca

La necesidad de una biblioteca llevó al ayuntamiento ripense a convenir con el gobierno de la Comunidad de Madrid que presidía la derechista Esperanza Aguirre la construcción de la que iba a ser la  Biblioteca Central de Rivas. El municipio cedió una amplia parcela en la avenida Pablo Iglesias, una de las principales de la ciudad, y el edificio, con un coste superior a medio millón de euros, fue construido en un tiempo récord: cuatro meses. El Ayuntamiento aportó el 48,53% del coste y la Comunidad el restante 51,47. Pero desde el otoño de 2007, en que terminaron las obras, el gobierno de la señora Aguirre y sus hombres rana, se desentendieron de sus obligaciones pecuniarias para el mobiliario y la dotación bibliográfica. Y el Ayuntamiento, con mayoría absoluta de IU, decidió que la biblioteca no era prioritaria y se negó a hacerse cargo del edificio.

De este modo, la Biblioteca Central de Rivas quedó presa de la inquina política de Aguirre y su sucesor dactilar, Ignacio González, otro hombre rana que ha acabado en la cárcel por corrupto, hacia los «rojos marxistas y radicales» de IU, cuyo Ayuntamiento tenía otras prioridades de gasto y una deuda que impedía a su alcalde, entonces el profesor José Masa, abusar del dicho tradicional: «Se hará lo que se deba y se deberá lo que se haga». Y comoquiera que a edificio cerrado todo son goteras, la flamante biblioteca no iba a ser una excepción, de modo que la extraña estructura metálica de una parte de la fachada se fue oxidando, la techumbre bereber de láminas de brea comenzó a resquebrajarse, la pintura perdió consistencia y se emborronó con el cemento interior, oscuras lágrimas rodaron por la fachada y así, poco a poco, el edificio empezó a inspirar pena.

Ocupación de la Biblioteca de Rivas, en febrero de 2013.

Entonces, al cabo de seis años con la biblioteca cerrada, los jóvenes del lugar decidieron abrirla y ocuparla. Era el mes de febrero de 2013. Los activistas avisaron a los vecinos por si si quería donar libros e informaron de que la Biblioteka Okupada Austegestionada (BOA), como la bautizaron, quedaba abierta a las actividades culturales que propusieran y desearan realizar. Dicho sea de paso, las instalaciones de luz, agua, cámaras de videovigilancia y una red informática con ordenador central y capacidad para más de ochenta conexiones, funcionaban perfectamente. En cuanto se enteraron de la ocupación, las autoridades enviaron a la Guardia Civil y a la Policía Local. Era un viernes de madrugada y ahora sí, los jerarcas de la delegación del Gobierno del PP, con Cristina Cifuentes a la cabeza, actuaban sin dilación. La Guardia Civil fichó a más de treinta jóvenes, pero el Ayuntamiento se mostró tolerante y permitió que utilizaran el edificio con la condición de que respetaran lo existente. Así lo hicieron.

Policías intentan desalojar a los jóvenes de la Biblioteka Okupada Autogestionada (BOA)

Así quedaron las cosas hasta que a finales de 2014 las autoridades municipales convencieron a los jóvenes de que abandonaran la biblioteca con la promesa de dotarla de libros, conexión a Internet y mobiliario en febrero de 2015 a más tardar. La promesa no sólo era firme, sino también electoral. La BOA desaparecía y la Biblioteca Central de Rivas iba a ser inaugurada dos meses antes de las elecciones municipales y autonómicas de 2015. Sin embargo, llegó la fecha comprometida y pasó de largo, se celebraron las elecciones, volvió a ganar Izquierda Unida (aunque los podemistas le restaron votos e impidieron al actual alcalde, Pedro del Cura, gobernar con mayoría absoluta) y de la biblioteca ni se volvió a hablar. Siguió cerrada y así sigue tras las obras de urbanización y pintura exterior. Han transcurrido más de dos años desde la última burla. Y los burlescos han ordenado pintar en la fachada dos palabras con letras altas como jirafas. Una, en letras azules, apenas legibles, es «resistencia» y la otra, más destacada y visible, «felicidad». El comité de befas, choteos y mojigangas desestimó el término «morro» por considerarlo demasiado exacto.

 

Homenaje (en París) a Boix, el fotógrafo del infierno de Mauthausen

Franscesc Boix durante su declaración en el juicio de Núremberg sobre los nazis

A los 19 años ya había sobrevivido a mucha mala leche. Conocía los efectos de los bombardeos alemanes sobre Barcelona, la metralla de sus aviones contra las interminables hileras de soldados y paisanos que al final de la Guerra Civil buscaban refugio al otro lado de la frontera de Cataluña con Francia. Ni siquiera en aquellas circunstancias llegó a imaginar la crueldad y el horror que le quedaba por sufrir. Era el reportero gráfico Francesc Boix Campo (Barcelona, 1920-París, 1951), republicano, idealista, con una perenne sonrisa en los labios. Fue el “fotógrafo de Mauthausen” (Austria) y también el único español que pudo testificar contra los jerarcas nazis en el proceso de Nuremberg.

Gracias al historiador Benito Bermejo tuvimos noticia en 2002 de la existencia y la obra de Boix: las imágenes robadas a los carceleros de las SS de aquel campo de exterminio en el que mataron a más de 5.000 republicanos españoles. Con ocasión del 70º aniversario de la liberación del campo de exterminio de Mauthausen-Gusen, la editorial RBA lanzó una magnífica edición del libro de Bermejo, ampliada con más de 200 fotografías conseguidas por Boix, y con prólogo del escritor Javier Cercas.

Bermejo me comentó entonces: «Por cierto, que la concesión de la sepultura de Boix ya ha vencido, y desde la Amical de Mauthausen en Francia han solicitado a la alcaldesa de París, Anne Hidalgo, que sus restos puedan ser trasladados al cementerio Père-Lachaise, uno de los más visitados del mundo, donde reposan las grandes celebridades francesas de nacimiento y adopción». Sería un gran gesto por parte de Hidalgo que los restos del fotógrafo catalán pudieran descansar en el lugar que acoge los de grandes personajes desde Molière a Proust. También al expresidente del gobierno republicano español Juan Negrín y a la reportera Gerda Taro, compañera de Robert Capa.

Y, naturalmente, la socialista Hidalgo, ha respondido con generosidad, de modo que el próximo 16 de junio, los restos mortales de Boix serán trasladados con toda solemnidad al cementerio de las grandes personalidades y recibirán honores de Estado, en una ceremonia en la que está prevista la presencia de la alcaldesa y de representantes del Gobierno francés. El desinterés (cuando no desprecio) del Ejecutivo derechista español por la memoria democrática ha llevado a la oposición parlamentaria a aprobar una proposición no de ley (a la que se ha sumado el PP) exigiendo la presencia de una representación oficial española en los actos.

Quien asistirá si el tiempo y los achaques de su avanzada edad (el 30 de agosto cumplirá 96 años) no se lo impiden, será Ramiro Santiesteban Castillo, el preso número 3237 de Mauthausen y el último superviviente español (nació en Laredo, Catabria). Ramiro tenía 15 años cuando le deportaron a Mauthausen con su padre y su hermano y allí conoció y entabló amistad con Boix. Los dos lograron salir vivos de aquel infierno nazi.

¿Quién era Boix, por qué acabó en Mauthausen, cómo consiguió burlar la vigilancia de los nazis y esconder aquellos fotogramas? “Yo conocí la existencia de Boix –explica Bermejo– a finales de los años noventa. Las primeras fotografías me las enseñó un socialista de Arganda (Madrid) que vivía en Toulouse. Se llamaba Enrique Tapia y había sido mecánico de la aviación republicana y en Francia trabajó en Aerospatiale y creo que también tuvo un taller de bicicletas. El propio Boix le había entregado aquellas fotos en 1946 con ocasión de un acto con Pasionaria, y el hombre las guardaba como oro en paño”.

Bermejo trabajaba entonces en el rescate de la memoria de las víctimas españolas del holocausto –ha filmado más de setenta entrevistas con supervivientes y familiares directos para un programa de la UNED en colaboración con la profesora Alicia Alted y ha elaborado el Libro Memorial sobre los españoles en los campos de exterminio con la también historiadora Sandra Checa–. Cuando Tapia le mostró aquellas fotografías quedó impresionado y adquirió conciencia del valor y la inteligencia de Boix y de la importancia de su legado histórico.

“Algún tiempo después, en el año 2000 –añade Bermejo– surgió la oportunidad de participar en un documental que iba a dirigir Llorenç Soler y producir Oriol Porta sobre la figura de Boix: Un fotógrafo en el infierno. Soler ya había hecho otro documental sobre Mauthausen en 1974, yo creo que el primero que se hace en España. Hicimos el documental, que fue una experiencia formidable, y, a continuación me plantee hacer un libro, que se publicó en 2002. Fue una obra que ayudó a muchos descendientes de las víctimas a identificar a sus familiares.

El joven Boix, al que su padre había enseñado las técnicas fotográficas, cruzó la frontera francesa por Portbou en los primeros días de 1939 junto con miles de refugiados republicanos españoles que, derrotados y desarmados, fueron confinados en los arenales playeros de Argelés y otros pueblos hasta Marsella. Él y otros muchos se aprestaron a defender a Francia de la amenaza de las tropas invasoras de Hitler. Unos fueron a la Legión Extranjera, otros se sumaron a las tareas de ayuda al Ejército francés hasta que la ominosa capitulación del mariscal Petain, en la primavera de 1940, les convirtió en prisioneros de guerra de la Wehmacht. Francesc Boix era uno de ellos. A finales de agosto fue sacado del campo de prisioneros y deportado con otros 350 compañeros españoles al centro de trabajos forzados en las canteras austriacas de Mauthausen.

Miles de presos desnudos en el patio de Mauthausen/Foto de los nazis escondida por Boix

Aquel sería poco después, a partir de septiembre de 1940, el lugar elegido por los jefes nazis Hitler y Himmler, de acuerdo con Franco y su cuñado Serrano Suñer, para exterminar a la mayoría de los republicanos españoles, tanto si combatían en la resistencia como si permanecían refugiados pacíficamente en lugares como La Vernet, cerca de Angulema. De los casi 8.000 españoles que llevaron a Mauthausen, más de 5.000 murieron de hambre, agotamiento, frío y enfermedades. Y también asesinados a tiros por los carceleros de las SS. Los que eran sacados del campo, ya no volvían. Los llevaban a las cámaras de gas de Hartheim. Los que morían en el campo también desaparecían, transformados en humo y ceniza en los hornos crematorios.

No es exagerado decir que en aquella sede del infierno –sin olvidar otras en las que sufrieron y murieron cientos de republicanos españoles como Dachau, Buchenwald, Treblinka, Sachsenhausen, Neuengamme…– tuvo Boix una suerte de mil diablos, pues los nazis necesitaban a alguien que supiera fotografía y revelara las instantáneas que tomaban para enviarlas a Berlín. El laborante que tenían, el preso español Antonio García, fotógrafo de profesión, no daba abasto, necesitaba ayuda, y esa ayuda se la prestó Boix.

Prisionero muerto sobre la nieve junto a las alambradas de Mauthausen

Si el instinto de supervivencia de García le impedía romper las reglas, pronto Boix demostró que no le asustaban los malditos carceleros de las SS y, de acuerdo con varios compañeros, ideó la forma de guardarse los negativos y ponerlos a buen recaudo. ¿Cómo? Entregándoselos a uno de los pochacas, que eran un puñado de presos a los que llevaban a trabajar diariamente a una empresa nazificada fuera del campo. Les llamaban así porque el nombre de aquella empresa se pronunciaba pochaca. Ellos consiguieron que una mujer que acudía a aquella fábrica aceptara esconder los negativos en una pared de piedra de la finca que rodeaba su casa.

Pasó el tiempo y Boix logró sobrevivir a la barbarie. Fue uno de los 2.700 españoles que salieron vivos de aquel infierno. El 3 de mayo de 1945, cuando llegó la primera patrulla de exploración estadounidense, los SS ya se habían apresurado a destruir y quemar las pruebas del exterminio y a poner tierra de por medio, dejando el campo en manos de unos policías y bomberos austriacos, aunque, de hecho, los españoles ya se habían hecho cargo de las instalaciones. Boix era uno de ellos. Suyas son las fotografías de la pancarta de bienvenida que encontraron los aliados en castellano en lo alto de los muros de Mauthausen.

Pancarta de bienvenida en castellano en el campo de exterminio a las tropas norteamericanas.

Tras la liberación, Boix y sus compañeros de cautiverio decidieron crear un grupo de trabajo para ordenar la documentación que habían salvado e identificar al mayor número posible de muertos. Ellos pusieron a disposición de la Cruz Roja y de los organismos internacionales en Ginebra toda aquella documentación. Téngase en cuenta que por aquel campo de exterminio pasaron más de 300.000 personas de varias nacionalidades. Boix rescató los negativos y se centró durante varios meses en la tarea de documentar y fechar aquellas fotografías.

Los jerarcas nazis no contaban con el impresionante testimonio gráfico escondido durante años por el valiente fotógrafo español con la ayuda de sus bravos compañeros comunistas. Pero allí estaban las pruebas de su criminalidad sin límite. Allí aparecían los máximos responsables, Himmler, Ziereis, Kaltenbrunner…, visitando el campo de exterminio. Boix consiguió declarar ante el tribunal de Nuremberg. No lo tuvo fácil porque era español y España había quedado oficialmente al margen de la guerra. Pero el dictador Franco había suprimido oficialmente la nacionalidad a los refugiados republicanos españoles, los había convertido en apátridas, y Boix logró que le incluyeran entre los testigos franceses. Los jefes del III Reich quedaron boquiabiertos ante el testimonio de Boix, acompañado de las fotografías que entregó al tribunal. Uno de ellos, Kaltenbrunner vociferó en alemán: “¡Son falsas!” y, viéndose perdido, alegó que había técnicas de trucar de las fotografías. Su argumento no le libró de la horca.

Boix, cubriendo el Tour para L’Humanité

Algunas de aquellas fotografías sobrecogieron a la opinión pública francesa cuando Boix las publicó en L’Humanitè, el periódico francés en el que entró a trabajar de reportero gráfico. Era un tipo admirado y querido por sus compañeros. No duraría mucho. Los estragos del campo de concentración habían minado irreversiblemente su salud y en 1951 tuvo que abandonar la cobertura del Tour de Francia y regresar a París, donde murió de tuberculosis a los 31 años de edad. En nuestro diálogo sobre la figura de aquel valiente, el historiador Bermejo no duda de que si le dieran a elegir un lugar en el cementerio francés de los grandes personajes, probablemente se instalaría a la sombra del Muro de los Federados, los héroes de la Comuna de París. Y así será.

 

 

Papel higiénico marca Trump para ayudar a los emigrantes

Felipe González le bastó una palabra para definir al nuevo presidente de los Estados Unidos, el especulador inmobiliario Donald Trump. Le llamó «necio». El necio construye muros porque su necedad es un muro alrededor de su mente. Esa muralla mental limita su visión del mundo a la hipotenusa de su nariz (sus intereses) y le impide entender a los demás, al tiempo que desprecia cualquier razón e interpretación de la realidad que no sea la propia. Un necio y terco de esas características al frente del Estado más poderoso del mundo es un peligro para el mundo propiamente dicho. Y los primeros que están sufriendo su necedad son los inmigrantes mexicanos y centroamericanos que se ganan la vida en Estados Unidos.

La orden de Trump de detenerlos y entregarlos a los agentes federales para expulsarles está siendo momentáneamente ignorada por algunos estados con mayoría demócrata, pero esa dilación terminará en cuanto se refuercen las plantillas policiales. La persecución tiene ya efectos tangibles. El primero es el miedo a hablar castellano, la segunda lengua del país, en los lugares públicos. El jefe del gobierno español, Mariano Rajoy, podía haber aprovechado el saludo con el necio en la reciente cumbre de la OTAN en Bruselas para exigirle respeto hacia la comunidad de hispanohablantes, pero no lo ha hecho. Tampoco cabía esperar gran cosa de un personaje tan limitado y tautológico como el gobernante español, cuyos intereses se centran en mantener algunas sucursales de fabricación y venta de armamento. De ahí el especialista Morenés Eulate que ha enviado de embajador a Washington.

Los mexicanos saben que han de hacerse respetar por sí mismos, más allá del cinismo internacional. Son conscientes de que, como dice el letrado Jorge Martínez Veloz, pueden perder muchas cosas menos que les falten al respeto, porque si no, su vida será un infierno moral y el adversario les tomará la medida para doblarles. Martínez Veloz, comisionado para el diálogo con los pueblos indígenas, denunció a Trump por intentar saltarse a la torera la legalidad mexicana en el proyecto de construcción de un complejo residencial de lujo en Baja California. Otro negocio del necio en el Caribe, en una zona protegida de Cozumel (Punta Arrecifes) que arrasó por sorpresa para construir una urbanización turística de lujo, también fracasó en 2008. Se comprende la inquina hacia México del otrora voraz especulador.

El «popucista» (mezcla de populismo y fascismo) registró en el Instituto de la Propiedad Industrial de México la marca Trump Organization para actuar en sectores como la construcción, el turismo, los hoteles, los bienes raíces y los servicios financieros. Pero se olvidó de las manufacturas, en concreto de las procedentes de la celulosa, y ahora, según publicaba el diario Excelsior el 1 de junio, el abogado Antonio Battaglia se ha aprestado a registrar y sacar al mercado en fecha próxima un papel higiénico marca “Trump”, que publicita con slogans como “Suavidad sin fronteras” y “Este es el muro que sí vamos a pagar”.

Battaglia dice que donará el 30% de las ganancias a programas de apoyo a los inmigrantes y explica que su iniciativa brotó de la indignación que le produjo la descripción por parte de Trump de los inmigrantes mexicanos como si fueran delincuentes, violadores, asesinos y traficantes de drogas. «Mi pensamiento fue: no podemos quedar callados, voy a poner mi granito de arena, a dar respuesta», explica antes de indicar que ha invertido 400.000 pesos (21.400 dólares) en un proyecto cuyo éxito parece garantizado por razones de dignidad humana frente a la persecución y humillación de los mexicanos pobres, promovida por el necio.

Puesto que el «popucista» se cisca en la preservación del medio ambiente y el futuro del planeta, como ha demostrado con su ruin e insolidaria decisión de abandonar el pacto mundial para reducir las emisiones contaminantes a la atmósfera y luchar contra el cambio climático, vale esperar que la del papel higiénico sea la primera gota de una tormenta de ideas capaces de limpiar sus excrecencias y si posible fuera de eliminar de su magín la xenofobia, el racismo, el machismo, el belicismo y el abuso del poder.