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Insidia

Cuentos y descuentos del sábado (25-11-2023).–Luis Díez

Después de un tiempo sin coincidir, Marisa y Fiol volvieron a verse en el metro. “¿Dónde has estado?” Le preguntó ella. “En Insidia”, contestó él antes de aclarar que no es una isla del Egeo ni un islote del Mar de China, sino un país democrático, avanzado en derechos y libertades, pacífico, plural, igualitario, moderno, con servicios públicos de calidad, enseñanza pública obligatoria hasta los 16 años, asistencia sanitaria gratuita y universal… Una potencia media en términos de renta per cápita donde la mayoría de los ciudadanos viven de su trabajo y no son ricos ni pobres, sino clase media laboral que desvive feliz y preocupada por día a día, el mes a mes y por las cuestiones que a todos los humanes nos conciernen como la emergencia climática por la destrucción de la atmósfera, las pandemias, la guerra de Rusia contra Ucrania, la masacre de los palestinos encerrados en Gaza y la emigración y la pobreza de gran parte de los humanes de este planeta.

A Marisa la descripción le sonaba. “O sea que has estado en Francia”, dijo. Fiol negó con la cabeza y añadió: “He estado en un país plural y diverso que tiene un Gobierno digno y quiere vivir en paz y concordia, pero un puñado de políticos de la derecha emberrechinada emplean sus energías en lo contrario, la agitación de las masas, la incitación a la violencia, la promoción del odio y la difusión de bulos, falsedades, insultos y maldades contra quienes piensan de otra manera y no les votan a ellos”.

Entonces Marisa cayó en la cuenta: “¿Te refieres a un país donde el jefe de organización del partido mayoritario de la derecha, un gallego con techo, Tellado, que parece un saco de patatas con patas, ofrece uno de sus tres coches para que se lleven en el maletero al presidente del Gobierno fuera del país?” Fiol movió la cabeza arriba y abajo. “¿Un país donde ese Tellado de ojos pequeños, acerados, tilda de “matón de colegio” al exalcalde de Valladolid, diputado y ministro socialista cuando es amenazado e increpado en el AVE por un delincuente?” Fiol asintió. “¿Un país donde algunos cargos públicos de la derecha animan a pegar un tiro en la nuca al presidente del Gobierno?” Fiol afirmó con la testa. “¿Donde una presidenta autonómica, famosa por beneficiar a su familia con contratos públicos directos, como el de las mascarillas, acude al balcón del Congreso de los Diputados e insulta, “hijo de puta”, al presidente del Gobierno?” Fiol asintió. “¿Un país en el que el jefe de la oposición de derechas, aliado y corroído por la ultraderecha, incurre en una contradicción palmaria en la tribuna del Congreso cuando dice que también él podía amnistiar a los separatistas catalanes para obtener sus votos y luego afirma que el presidente del Gobierno progresista sufre una “patología” mental porque le ríe la gracia?”

–Sí a todo –dijo Fiol.

–Entonces ese país no es Insidia, sino España –concluyó Marisa.

–Ya, pero quizá por prestar atención a esa derecha me he sentido más desubicado que un atracador en un banco de niebla –se disculpó Fiol.

–Vale, ahora sin bromas: ¿crees que a esos emberrechinados, como les llamas, se les pasará pronto el berrinche?

–Me temo que la insidia, la acechanza, la acción y el discurso que envuelven mala intención va a ser duradera.

–¿Y qué remedio recomiendas? –Se interesó Marisa.

–La derecha no tiene remedio, así que rigor contra las algaradas y los desmanes callejeros, mucha pedagogía de la democracia y los derechos humanos, unidad, honradez y buen hacer.

–¡Por Júpiter, mi estación! A ver si nos vemos más a menudo, amigo Fiol.