Archivo por meses: febrero 2019

Los impresentables

Luis Díez.–28-02-2018. Madrid.–Con el final de la legislatura (el 28 de febrero concluye el último pleno) llega un tiempo de duda y angustia (aunque no tanta) para quienes aspiran a seguir prestando sus inveterados servicios a la patria. Es el zafarrancho de las listas, y ya se sabe que los líderes y comités de los partidos políticos son despiadados y raramente agradecen los servicios prestados. Muchos diputados de oficio, los incombustibles, pasarán a mejor vida como material de archivo, acaso digno de estudio de algún doctorando. La nómina de impresentables (que no serán presentados) es abundante en el partido mayoritario de la derecha y capilar entre los socialistas.

Ya en la penúltima legislatura se emberrechinó Celia Villalobos porque la relegaron al segundo puesto de la lista del PP por Málaga. Horas antes de anunciar que no repetirá de candidata dijo estar “jodida”, lo que algunos interpretaron como la sensación lógica del desacuerdo de la comisión del Pacto de Toledo sobre las pensiones. En realidad ya sabía que su partido y C’s no iban a dar esa baza a Pedro Sánchez y su ministra Magdalena Valerio, aunque luego cargaran contra Podemos. La esposa del consejero aúlico de Mariano Rajoy, el bien pagado Pedro Arriola estaba fastidiada porque después de 37 años de diputada, diez legislaturas entre pecho y espalda, va a ser relevada y se dedicará “a otra cosa”. No piensen que es jubilable. Siempre habrá una tertulia televisiva de pago para dar la monserga sobre las vacas locas o lo que sea menester, que desparpajo verbal no le falta. Y quien dice tertulia, dice consejo de administración, a poder ser de una compañía eléctrica, que son las que más pagan. Hay que servir a la patria.

Además de Villalobos, quien superó a Rajoy en longevidad parlamentaria, figuran en el paquete de jubilables del PP los teos, Teófilo de Luis, nacido en Cuba y diputado por Madrid desde hace 29 años, y Teófila Martínez, senadora y diputada por Cádiz a la vez que alcaldesa desde hace tres décadas, si bien, ésta se anticipó a Villalobos y fue relevada por su correligionario Ignacio Romaní el 22 de febrero pasado. Periclitables son también Jorge Fernández Díaz, Cristobal Montoro, Jesús Posada, María del Carmen Quintanilla, José Manuel García Margallo, María Teresa de Lara, José Ignacio Llorens, Arturo García Tizón y habrá que ver si el líder Pablo Casado mantiene a la presidenta del Congreso, Ana Pastor, mujer de máxima confianza de Rajoy en la cabeza de lista de Pontevedra.

La mayoría de los citados, a los que podemos añadir al exministro y diputado por Palencia Iñigo Méndez de Vigo, Ramón Aguirre o el propio exportavoz Rafael Hernando, llevan tres décadas de parlamentarios nacionales o europeos, con algunas interrupciones para ocupar cargos ejecutivos en empresas públicas, caso de Aguirre en el ICO, Metro de Madrid y SEPI, de modo que el término “periclitables” responde a lo que duró Pericles (30 años), el creador de la democracia  en la antigua Grecia, como gobernante del imperio ateniense.

La duda y la zozobra en las filas del PP afecta singularmente a las señorías que llegaron al escaño con José María Aznar, allá a mediados de los noventa y se han mantenido gracias a su adhesión inquebrantable a Rajoy. Son señorías de más de cincuenta años de edad entre las que vale citar a los valencianos José María Chiquillo y Gerardo Camps Devesa, al gallego Celso Luis Delgado Arce, la onubense Fátima Bánez, el alcarreño Jose Ignacio Echaniz, la cántabra Ana María Madrazo, el aragonés Ramón Moreno Bustos o la burgalesa Sandra Moneo. Con casi media vida calentando el escaño o ejerciendo cargos públicos. Algunos de estos veteranos (la nómina es más amplia) ya han dejado obra y se ven ahora en la cuerda floja con Casado.

En el PSOE pocos dudan de que el resistente Pedro Sánchez aplicará el criterio de la lealtad proporcional en las listas andaluzas, hasta ahora dominadas por afectos a Susana Díaz y sacará las tijeras de podar para que personajes como el madrileño Antonio Hernando, el sevillano de la gestora Antonio Prada o el castellano-manchego José María Barreda, por solo citar a un trío de oponentes significados (lo de Hernando fue un máster de alta traición), reciban el merecido descanso. También es hora de que el veteranísimo Cipriá Ciscar y otros algo menos longevos, pero que también parecen parte del mobiliario, caso de Micaela Navarro,  se acojan a la jubilación y disfruten de la paga máxima de la Seguridad Social. Sus nietos se lo agradecerán.

 

Los demoscópicos

Luis Díez, 20-02-2019, Madrid.–En las campañas electorales de hace un siglo, el conde de Romanones, un hombre muy listo, dueño de media provincia de Guadalajara y de explotaciones mineras en Murcia y el Rif, regalaba duros a tres pesetas para que le votaran y salía ganando. Hoy nadie regala nada, las campañas electorales son carísimas y las pagamos todos. En 130 millones de euros cifra el Gobierno el coste de los comicios que nos esperan (generales el 28 de abril y locales, autonómicas y europeas el 26 de mayo). Y se quedará corto, pues sabido es que los partidos gastan en galas un día lo que un regimiento en comer toda la semana.

Si añadimos la larga campaña (un trimestre, aunque le llamen “precampaña”) y la espesura de los intereses en juego, hay pocas dudas de que los grandes partidos políticos van a salir muy endeudados del lance. Hasta ahora el PP presentaba las cuentas más saneadas, gracias a las ayudas o donativos interesados por la puerta de atrás. En cambio el PSOE acumulaba números rojos. Su deuda con la banca no baja de 30 millones de euros. La formación de Pablo Iglesias, Podemos, salió bien parada de las elecciones de 2015 y 2016. Sus cuentas registraron superávit. La financiación de Ciudadanos es una incógnita, aunque las facilidades del Banco de Sabadell explicarían el abundante gasto inconfesable.

La compensación por votos y escaños con cargo al erario público es anunciada en el BOE por el Ministerio de Hacienda antes del comienzo de las campañas. Todavía no sabemos a cuánto se paga el voto y el escaño, pero ha de ajustarse a la evolución del IPC desde los comicios anteriores, de modo que no será superior a un euro por voto al Congreso, a 40 céntimos al Senado y a 21.500 euros por escaño en cada una de ambas cámaras. ¡Menudo ahorro supondría la eliminación del Senado, como pide C’s, aunque haya que reformar la Constitución! Y mucha corrupción, gasto y caciquismo reportaría la supresión de las diputaciones, como propuso en su día Pedro Sánchez para disgusto de los barones.

La leche materna de los partidos queda, pues, limitada por esa regulación de las ubres oficiales. Y aunque los lactantes sean voraces, alguien con sentido común ha de apartarles el pezón o someterles a una disciplina para evitar que mamen más de lo que aconseja la prudencia. Si un partido no va a obtener más de cien diputados y seis millones de votos al Congreso, no tendría que invertir más de 8,15 millones de euros en su campaña a la Cámara Baja. En México exclaman: “¡No mames!” por nuestro “¡No jodas!” Pues eso.

Cuando veamos los gastos que los partidos han de presentar al Tribunal de Cuentas en un plazo no superior a cien días desde las elecciones para cobrar las compensaciones establecidas, sabremos cuánto han mamado de más. Entre tanto, las estimaciones obtenidas por este plumilla en los cabildeos del Congreso apuntan un gasto superior a 22 millones de euros por parte del PP, ligeramente inferior por parte del PSOE, entre 15 y 20 millones de C’s y entre 7 y 8 millones de Podemos, como si todos ellos fueran a obtener cien diputados. No hay cristiano, judío ni musulmán que los modere.

La democracia es cara, aunque infinitamente más barata que la guerra. En su Brindis por los lactactes escribía Mark Twain con otras palabras que la mejor forma de derrotar a un general y evitar la conflagración era entregarle un niño de pecho. La explicación es clara: el bebé le da tanta guerra que lo vence y le quita las ganas de más. Para eso, entre otras cosas, valen los lactantes.

Y es aquí, al hilo de la leche materna, donde entran en juego los agentes demoscópicos, esos institutos y sociedades de videntes cuyos sondeos sobre intención de voto sirven de guía a las entidades de crédito para lo que su nombre indica. Los bancos adelantan el dinero a los partidos en función de los resultados de los sondeos electorales y, también, de las conveniencias y simpatías de sus cúpulas directivas que, salvo raras excepciones, son conservadoras o de derechas.

Ese es el juego, pero un juego con riesgo porque los demoscópicos, que además se forran, hacen el traje (la muestra) a la medida del cliente. Y luego pasa lo que pasa: su credibilidad queda al nivel del betún. En las elecciones generales de diciembre de 2015, las encuestas fallaron a lo grande. Por ejemplo, otorgaban a C’s de 63 a 68 escaños y a Podemos de 23 a 25 diputados. Insólito, pero cierto. C’s sacó 40 y Podemos 69, que es un buen número.

Seis meses después, en las generales de junio de 2016, todas las encuestas cantaban el sorpasso de Podemos al PSOE. Algunas llegaron a dar a los de Pablo Iglesias 90 escaños y ninguna pronosticó la caída de C’s de 40 a 32. El PSOE bajó de 90 a 85 diputados y Podemos-IU-EQUO se quedó en 45. Con En Marea (gallegos) En Comú (catalanes) y Compromís (valencianos) alcanzaron 76 diputados. Y, por supuesto, los Sigma Dos, OIP, GAD3, GESOP, Advice Strategic Consultants y Metroscopia no pasaron de asignar al PP 127 escaños, diez menos de los que sacó.

Si quien paga los violines elige la música, vale suponer que las orquestas demoscópicas estuvieron afinadas por los enemigos de la socialdemocracia, esos desamortizadores de lo público a beneficio propio que no dudan en tachar de “antisistema” a Podemos y no se cansan de demonizar a la izquierda. La realidad de las urnas les dio con el arco de los violines demoscópicos en las narices. Sus pronósticos fallaron, aunque para consuelo de esos tipos tan listos también erraron las encuestas sobre el Brexit, las presidenciales en Estados Unidos y el referendo de paz en Colombia. Algo habrán aprendido para que la monserga que nos acompañará hasta que florezcan los capullos suene a música real y no celestial.

Los venenosos

Luis Díez, Madrid, 13-02-2019.–El Congreso de los Diputados tumbó los Presupuestos Generales del Estado para este año por 191 votos en contra frente a 158 a favor y una abstención. Con ello puso fin a la legislatura, obligando al presidente Pedro Sánchez a disolver el Parlamento y a convocar elecciones generales, posiblemente en abril para no perjudicar a los barones autonómicos ni interferir a los comicios del 26 de mayo.

De este modo, la decisión de los independentistas catalanes de no respaldar a Sánchez pone fin a nueve meses de gobierno en los que los socialistas con el apoyo de Podemos y el PNV han intentado revertir los recortes sociales, elevado de ochocientos a novecientos euros el salario mínimo, rescatado la sanidad universal, la cotización a la Seguridad Social de los cuidadores de personas dependientes, la subida de pensiones conforme al IPC, la prestación a los parados de más de 52 años y, entre otras medidas de justicia social y achique de la desigualdad, incrementado de las becas y la reposición al cien por cien de las bajas en las plantillas de empleados públicos.

La ministra de Hacienda, María Jesús Montero, defendió con energía y acierto los Presupuestos frente a las enmiendas de devolución de los nacionalconservadores y liberales del PP y C’s por un lado y de los nacionalistas catalanes dizque de izquierda (ERC) y derecha (PDCAT) por el otro. Dotada de verbo fluido y precisión técnica, la correosa ministra se fajó el martes durante las seis horas de debate con los líderes nacionales, a los que importaba un rábano las cuentas del reino, y con los nacionalistas catalanes, a los que importaba más la vista oral abierta en el Tribunal Supremo y el “tío páseme el rio” de la Fiscalía a los que se saltaron la ley.

La energía de Montero se estrelló contra los de la bandera nacional, la unidad de España y las elecciones generales ya. Lógico. A voluntad determinada excusado es consejo. La ministra no pudo convencerlos de la corrección de unos Presupuestos sociales que por vez primera revierten los recortes que sufrimos durante la crisis. Los dividendos y divisores nacionales y nacionalistas iban a lo suyo. A los nacionales les importa menos la traición a todos los españoles que, como dijo el valenciano de Compromís, Joan Baldoví, supone la corrupción, que la supuesta felonía del jefe del Gobierno de dialogar con los independentistas catalanes para aplacar sus ínfulas y buscar soluciones al problema catalán.

No importa si, cómo han repetido ad nauseam los dirigentes del PSOE, la lealtad constitucional está acreditada y nada es negociable extramuros de la Constitución. O si los catalanes y el resto de los españoles con dificultades para llegar a fin de mes son mejor tratados que hasta ahora en estos Presupuestos por los responsables de la res pública. Para unos y otros, lo importante es la renta electoral que calculan obtener inoculando el veneno del enfrentamiento y la crispación. Si la política es la sustitución de la guerra por la palabra y la argumentación para encontrar la síntesis o solución a los problemas, estamos ante un ato de políticos mediocres y venenosos, sólo aptos para la trifulca y la destrucción. Son los del ruido y la furia, los que jamás en la historia aportaron nada que no fuera odio, ruina y dolor.

Con trazo grueso se refirió Baldoví a las derechas nacionales, a las que acusó de enfrentar a la gente y “revolcarse en la mierda”, al tiempo que reclamó a los secesionistas catalanes que retiraran sus enmiendas y se avinieran a razones. No fue posible, pues como dijo el vasco Aitor Esteban, tanto les daba que les pusieran unos Presupuestos o un botijo. Un poco apenada, la ministra Montero, que se fajó con los adversarios y no dejó pasar una, incluida la defensa de la barriada sevillana de Las Tresmil Viviendas, a la que la canaria Ana María Oramas se refirió con retintín barriobajero, descubrió el adagio ruso de que enseñar a cantar a un cerdo es perder el tiempo y aburrir al cerdo.

Tras la votación se retiró un Sánchez periclitado a La Moncloa a rumiar su derrota y realizar las consultas a las que se había comprometido para fijar la fecha electoral. Descartada la cuestión de confianza, con el juicio a los impulsores del “procés” viento en popa, el jefe del Gobierno y líder del PSOE ya sabe cuál será el eje de la campaña electoral de las derechas tras la demostración de su fuerza trifachista en la madrileña plaza de Colón: meterle el dedo en la laringe para que diga si va a indultar a los secesionistas catalanes (cuando sean condenados) si gana las elecciones. Vale suponer que no cuenten para eso con la ayuda de los infalibles Felipe González Márquez y Alfonso Guerra González. Y conste que “infalibles” no significa que no tengan falo, sino que joden mucho.

Los exaltados

A falta de plenos parlamentarios donde se miden los primeros espadas (o principales sablistas), la acción política discurre mediante la práctica papelística y el consabido juego dialéctico a través de los medios de comunicación, en los que el Gobierno de Pedro Sánchez lleva las de perder por el cariz derechoso y conservador de la mayor parte de ellos. Esta realidad no la subvierte ni el profesor Tezanos, el hermeneuta chifleta utilizado por Sánchez primero para sustituir a Alfonso Guerra al frente de la Fundación Pablo Iglesias y a continuación para dirigir el CIS.
Sánchez
Novedad bibliográfica con la ayuda de la logógrafa Irene Lozano.

Si el semoviente Sánchez se desplaza en helicóptero o en avión, los actores de la derecha dicen que vaya en burro, si escribe un libro (“Manual de resistencia”, editorial Península) piden que sea ágrafo y critican que pierda el tiempo en contar sus batallitas en vez de ocuparse de gobernar, si acepta la presencia de un “relator” o notario neutral en la mesa de diálogo de los partidos políticos sobre el problema catalán, le acusan de ceder a las pretensiones de los independentistas. Y así sucesivamente.

En el colmo del extravío, algunos actores del tinglado de la antigua farsa dizque “popular” han invocado el “muera Sánchez”, aunque luego dijeron que era broma. También en su día pidieron el fusilamiento del buenista Zapatero como hicieron con su abuelo. Y no era broma. Un personaje tan correcto como el sublíder del PP Javier Maroto viene recordando que “Sánchez entró en La Moncloa por la gatera”, como si antes y durante la moción de censura provocada por la condena judicial de la corrupción en su partido no hubiera solicitado a Rajoy en público y en privado que designara a un sustituto. Ya sabemos lo que ocurrió, de modo que a los marotos les vendría bien recordar el refrán ruso: “Añorar el pasado es correr tras el viento”.

Vale la crítica, con fundamento o sin él, para atribuir al Gobierno todos los males y errores y negar progreso o acierto alguno. Lo hemos visto en el caso de Venezuela, en el que, sin duda, los dirigentes del PP y C’s, Casado y Rivera, deseaban tanta premura en reconocer a Guaidó como la que demostró en su día Aznar reconociendo al empresario jefe de la patronal venezolana que fue erigido por los golpistas contra Hugo Chaves como presidente de facto del país. El embajador español, señor Biturro, podría recordar, si quisiera, las órdenes de Madrid y la connivencia golpista con Washington. Los demás nos quedamos con el “¡Por qué no te callas!” del rey Juan Carlos cuando Hugo Chaves intentaba explicar en la cumbre iberoamericana el lamentable comportamiento del gobierno español.

En lo atinente a la práctica papelística ya hemos visto cuán aliados son de Sánchez y el PSOE los dirigentes de ERC al presentar su enmienda de totalidad (devolución) a los Presupuestos del Estado para este año y sumarse, de hecho, al rechazo del PP y C’s. Los promotores de la confrontación se alimentan (y engordan como cerdos) de la demagogia y la riña sin que les importe una higa la igualdad ante la ley y los demás principios democráticos consagrados en la Constitución que nos dimos los españoles y que fue refrendada por el 90,5% de los catalanes, sólo superados por los andaluces, canarios y murcianos.

En esta tesitura, el presidente Pedro Sánchez, ya informado por Mario Draghi de la presión inflacionista al 2% que interesa a los capitales, los empresarios y los asalariados para sostener el moderado crecimiento de la tasa de actividad industrial y de servicios en la UE, está en una situación ideal para convocar elecciones generales. Ya tiene el programa a corto hecho: los propios Presupuestos, a los que deberá añadir empleo para los jóvenes y sostenibilidad del sistema público de pensiones para los trabajadores jubilados de este país. Si la situación la pintan calva bueno será que agarre el último pelo y opte por el “superdomingo” de mayo. Como autor del “Manual de resistencia” ya sabe que resistir es votar. Por lo demás, la resistencia no evita la fatiga de los materiales ni, en este caso, la necesidad de un proyecto de futuro para los españoles.