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DOÑANA 4/ La crueldad del mercado

Madrid, 25-05-2023.– Luis Díez

Algunos datos. En el año 2000 el profesor de la Universidad de Vechta (Alemania) e investigador en la Universidad de Sevilla Andreas Voth aportó una comunicación al III Congreso de Ciencia Regional de Andalucía sobre “el desarrollo comercial de la fresa de Huelva”, según la cual esta provincia producía 340.000 toneladas del preciado fruto rojo, el 90% de la producción en el conjunto de España, y exportaba 150.000 toneladas, mayormente a los países europeos. Hoy Huelva produce el 98% de los frutos rojos del país, el 30% de la producción europea, y exporta a la Unión Europea y al resto del mundo las apreciadas frutas por valor de 1.392 millones de euros, según los datos oficiales correspondientes a la campaña 2021-22. Una riqueza inmensa y creciente que los onubenses han obtenido a pulso, con investigación y tecnología, esfuerzo, asociación y pasión. También con el apoyo político e institucional de los diferentes gobiernos de la Junta de Andalucía.

Pronosticaba el profesor Voth cómo desde su centro pionero en Palos de la Frontera y Moguer (ya entonces el delicioso fresón de Palos había dado la vuelta al mundo como Juan Sebastián Elcano hace 500 años) los cultivos de fresas se irían extendiendo hacia el entorno del Parque Nacional de Doñana, aunque estimaba que el mercado regularía la dinámica de transformación en regadío de aquellas tierras. Con datos de Juan Manuel Jurado, el municipio de Almonte, el más extenso de Doñana, tenía entonces 950 hectáreas de regadío dedicadas al cultivo de fresas. En la actualidad, según cifras de la Junta de Andalucía, Almonte posee 3.356 hectáreas de cultivo bajo plásticos, de las que más de 2.900 están dedicadas a los frutos rojos.

Desde la celebración de aquel congreso, bajo el lema “Identidad regional y globalización”, hasta el día de hoy ha cambiado el paisaje y el uso del suelo a una velocidad impresionante, directamente proporcional a la ambición (y avaricia) de los propietarios de la tierra, los intermediarios y la demanda de los consumidores en todo el mundo. La sustitución de pinares y cultivos de secano por campos de fresa bajo túneles de plástico con riego localizado no sólo en la superficie, sino, sobre todo, en los acuíferos del subsuelo que aportan el líquido elemento a las lagunas y humedales del Parque Nacional de Doñana, no han parado de crecer hasta hoy. Simultáneamente, el Instituto Geológico y Minero comenzó a realizar estudios sobre el impacto en el acuífero principal del Parque Nacional de Doñana y a finales de la década pasada ya cifraba en más de cincuenta hectómetros cúbicos el uso del agua para regadíos. Los cierres de pozos por parte de la Confederación Hidrográfica del Guadiana (Administración Central) se cifraron en más de 1.200 antes de la polémica sobre el robo del agua y la proposición de ley autonómica del PP y Vox que pretende legalizar las tierras de regadío con agua robada al acuífero.

Dice el último informe de la Consejería de Agricultura, Ganadería, Pesca y Desarrollo Sostenible de la Junta que “los municipios productores de frutos rojos han duplicado o triplicado su superficie de cultivo bajo plásticos en la última década y media”. El informe aporta datos de 2019 y cita a Lucena del Puerto, Rociana del Condado, Bonares y Almonte, en la corona hidráulica del norte de Doñana, como los municipios donde mayor fuerza ha tenido este fenómeno, junto con Moguer. De modo que, como decía hace veintitrés años aquel alemán de fisonomía escueta, pelo blanco y rostro pálido (el profesor Voth) el mercado (el éxito de la exportación) ha incrementado los cultivos extra tempranos de primor. Y ese éxito ha incidido en los cambios sociales y económicos por la fuerte demanda de mano de obra, las altas inversiones realizadas y por los servicios relacionados con el sector fresero. El auge tuvo efectos hasta en Castilla y León (Segovia, Ávila y Valladolid), donde se estableció el subsector de viveros de la fresa vinculados con la producción onubense.

Sobre el factor humano, también objeto de varios estudios, las profesoras de Economía Aplicada de la Universidad de Huelva Blanca Miedes y Dolores Redondo explican: “La especificidad y la intensidad de la producción necesita un volumen importante de mano de obra eventual durante los meses de recolección (de enero a junio). Las estimaciones del sector cifran esas necesidades en siete trabajadores por hectárea en producción”. En las campañas entre los años 2004 y 2010, los jornaleros necesarios oscilaron entre 50.000 y 70.000. Hoy las organizaciones empresariales hablan de 100.000 trabajadores, de los que 90.000 son temporeros y el resto fijos.

A las necesidades laborales en los túneles de plástico y las naves de manipulación y envasado se añade la producción de cítricos, que necesitan mano de obra todo el año, y cuya campaña de recogida coincide con la de los frutos rojos. Puesto que los trabajadores locales son insuficientes, los productores han de recurrir a inmigrantes, principalmente mujeres. Primero fueron las polacas y después las rumanas y las búlgaras. En la campaña 2006-07, el 90% de los contratos en origen se realizaron en Rumanía. Las profesoras Miedes y Redondo dijeron en un congreso feminista en Zaragoza que la preferencia de los empresarios agrícolas por la mano de obra femenina se debía a sus cualidades y comportamiento. Citaron las declaraciones de un patrón fresero en la prensa local: “Las manos de las mujeres son más adecuadas para la recolección de la fresa, que es muy delicada. Además, la convivencia en el campo es muy estrecha, y ellas generan menos conflictos. Y no van a la discoteca, no fuman, no beben. Se concentran mucho más en trabajar y ahorrar”.

A partir del acuerdo con Marruecos (2001) comenzaron a llegar mujeres del país vecino. Aunque inicialmente suponían el uno por cien de la inmigración empleada en los campos, poco a poco fueron creciendo hasta rebasar la cifra de 10.000 mujeres prevista en el cupo de 2019 hasta convertirse en la actualidad, con un cupo de 15.000 inmigrantes anuales, en el principal colectivo de temporeras. Además de mantener la contratación de trabajadoras rumanas, los cultivadores han extendido las ofertas laborales para traer personal de Ecuador y Honduras, pero la respuesta ha sido muy baja, con apenas 800 trabajadoras en la penúltima campaña. Los empresarios pagan el viaje para venir, pero no para volver. Y lógicamente, les trae a cuenta la cercanía de (Marruecos). “Algunos productores –dice el colmenero Beni en lo que se asoman a la Catedral efímera que están elevando en el paseo central de Almonte– echan mano de los inmigrantes de los asentamientos. Muchos carecen de papeles porque han llegado clandestinamente o se han jugado la vida en las pateras y otros se han quedado después de los primeros contratos en origen. Durante el Ramadán no faltan empresarios que los meten a trabajar por la noche”.

Los asentamientos son parte del paisaje cambiante en las últimas décadas. Dice un informe del Ministerio de Derechos Sociales y Agenda 2030, del que es titular Ione Belarra: “Los asentamientos rurales, a partir de la década del 90, tienen una relación directa con la transformación de la agricultura intensiva en invernaderos, y las necesidades habitacionales de la mano de obra que acude a esas zonas”. El informe es de abril de 2022 y está realizado con el trabajo de campo que realizan varias ONG, entidades humanitarias, sindicatos y organizaciones empresariales. En Huelva, donde el 22% del empleo es rural (la media estatal se sitúa en el 4,4%), se contabilizan 16 núcleos chabolistas rurales a pocos kilómetros de los pueblos freseros. Curiosamente en el municipio de Almonte, el tercero en número de habitantes, con El Rocío y el creciente núcleo turístico de Matalascañas, gran consumidor de agua, no hay chabolas de inmigrantes. Cierto es que el informe ya advierte que sólo se han incluido asentamientos con más de 20 personas residentes.

Según esos datos oficiales en Lepe se cuentan cinco barriadas de infraviviendas, cuatro de ellas situadas en el núcleo urbano y la quinta a medio kilómetro. La mayoría de sus habitantes son trabajadores de Senegal, Mali y Guinea, de los que algo más del 30% carecen de documentación. Los marroquíes prefieren crear núcleos propios, aunque admiten la vecindad de senegaleses y ghanenses. De esos cinco núcleos consignados en Lepe (segunda localidad de Huelva en número de habitantes) sólo hay uno con mayoría de mujeres (45 frente a 15 varones) y dos en los que el número de indocumentados se cifra en el 80%.

En Lucena se cuentan siete núcleos chabolistas en el campo, el más cercano, a 6 kilómetros del pueblo. En uno, situado a 10 kilómetros del pueblo y habitado por marroquíes y rumanos, desvivían en condiciones penosas 17 niños y 13 niñas. Según el informe había 45 niños en el conjunto de los campamentos. Los tres núcleos chabolistas registrados en Moguer están también fuera del pueblo, a cuatro, cinco y seis kilómetros. Como en los demás municipios freseros, sus moradores proceden de Ghana, Guinea Ecuatorial, Mali, Marruecos y Rumanía.

Incendio de un asentamiento de inmigrantes en Palos de la Frontera el 13 de mayo pasado. El alcalde y diputado del PP se negó a prestar un albergue provisional a las personas que lo perdieron todo. Foto de ‘La Mar de Onuba’

Pero es en Palos de la Frontera donde se registra el mayor campamento de infraviviendas de los inmigrantes temporeros, con unos mil habitantes: 820 hombres y 130 mujeres de las nacionalidades citadas. Como en los demás casos, construyen sus chabolas con materiales de desecho procedentes de los invernaderos, tales como plásticos, cartones, palés de madera, cuerdas y tubos de riego. Los incendios, casi siempre atribuidos a causas accidentales y casi nunca investigados a fondo, han vuelto a arrasar de nuevo (13 de mayo) un asentamiento en Palos. Unos cuatrocientos inmigrantes lo perdieron todo, incluidos sus coches. Y lo más sorprendente: el alcalde y diputado nacional del PP Carmelo Romero Hernández, un tipo al que le tocó el gordo de la Lotería de Navidad (400.000 euros, según declaró en el Registro de Intereses del Congreso) se desentendió de las víctimas y se negó a que fueran acogidas en instalaciones municipales.

Desde Andalucía Acoge dicen: “Da igual que sean grandes comunas chabolistas, edificios abandonados, casetas de luz o de aperos reutilizadas como vivienda, campamentos con vehículos de personas nómadas… Todos comparten el hecho de estar vinculados al trabajo en explotaciones agrícolas y de ser una población claramente racializada que no es reconocida como vecina”. Esta ONG ha estudiado el caso de las mujeres marroquíes “sin derecho de vecindad” y explica cómo las que deciden no retornar tras agotar el contrato quedan en una situación administrativa irregular en España. “Se inicia entonces un proceso de exclusión que se agrava con la necesidad de mantener los ingresos mínimos para la subsistencia. Así, muchas de estas mujeres optan por pasar de trabajar irregularmente en los campos de Huelva a trasladarse a otros territorios como Almería o los Llanos de Zafarraya en la provincia de Granada”. Algunas acaban siendo captadas por proxenetas y redes de trata que las explotan en burdeles, cuando no en los propios asentamientos, denuncia esta ONG.

DOÑANA 3/ Vejaciones y abusos sexuales

Madrid, 24-05-2023.–Luis Díez

El ABC de Sevilla les dedicó un reportaje el domingo 14 de mayo del corriente. El periódico de la derecha política y de los señoritos decía que son “una mano de obra invisible pero imprescindible para el sector de los frutos rojos”. La periodista Soraya Fernández aportaba el dato de que en esta campaña de la fresa trabajan 14.479 mujeres marroquíes exactamente. Los cupos de temporeras han ido subiendo desde 10.000 hace unos años hasta las 15.000 aceptadas en esta campaña que termina en junio, lo que da idea del aumento de las explotaciones, sobre todo en la corona forestal del norte del acuífero del Parque Nacional de Doñana.

Jornaleras marroquíes en el tajo/ FOTO Freshuelva

Ellas se inscriben en el servicio de empleo del país vecino y las empresas las contratan en origen. Las reclutan en Marrakech, Kenitra y Fez. Muchas ya conocen las condiciones salariales, de vida y trabajo que les esperan durante los cuatro meses que dura su estancia en España, pero son muy pobres, carecen de ingresos y aceptan con docilidad y resignación las duras jornadas bajo los túneles de plástico para obtener un dinero que les permita subvenir las las necesidades de sus hijos.

En la primera semana de enero embarca en Tánger el primer contingente. Son unas 400 mujeres. Llegan en ferry a Tarifa (Cádiz). Desde allí se desplazan en autocares a las explotaciones freseras. Las siguen otras, en grupos similares. Su llegada es noticia en la prensa local. A finales de enero de este año habían llegado 4000 trabajadoras. Las asociaciones agrarias, empresas y cooperativas, agrupadas en la Freshuelva y en la patronal Asaja hacen sus previsiones de mano de obra en función del clima, ya que la temperatura determina la maduración de la fruta. Lo normal es que para mediados de marzo unas 10.000 trabajadoras estén ya en los tajos. La campaña se prolonga hasta junio, aunque el momento álgido de maduración y recogida de los frutos rojos suele suceder en abril.

¿Por qué sólo mujeres y no hombres también, cuando, además, cientos de jóvenes marroquíes y subsaharinos se juegan la vida en frágiles embarcaciones para alcanzar la Peninsula Ibérica en busca de una vida mejor? La respuesta hay que buscarla en los intereses de los patrones y las autoridades de Marruecos que quedaron plasmados en los acuerdos gubernamentales de 2001. Sólo se permite contratar a mujeres casadas y con hijos o viudas y divorciadas con niños y cargas familiares para garantizar que regresan. Los contratistas dan prioridad a las que proceden de los pueblos y están acostumbradas a trabajar en el campo.

Una orden ministerial regula las obligaciones salariales y de alojamiento y transporte de los contratistas. La disposición es conocida como GECCO (Gestión Colectiva de Contrataciones en Origen) y obliga a los empresarios a pagar el salario mínimo interprofesional por 39 horas semanales de trabajo, a sufragar los traslados de ida (no de vuelta) y a proporcionar alojamientos dignos a las temporeras. En la práctica es la patronal agraria Asaja la que impone sus criterios en materia salarial por más que los sindicatos pelean por conseguir convenios con mejoras retributivas. Así, Comisiones Obreras ha tenido que aceptar un convenio para este año que si reconoce el SMI también reduce el tiempo de descanso (el bocadillo) de media hora a 15 minutos y rebaja a seis euros la primera hora extraordinaria. Aunque la Unión de Pequeños Agricultores (UPA), vinculada a la UGT, y la organización de productores Freshuelva han pedido participar en la negociación del convenio, la patronal Asaja se niega a admitir su presencia.

Dice Manuel Matos, copropietario y director comercial de Doñana 1998, empresa almonteña con cien hectáreas dedicadas a los frutos rojos, entre los que destaca la fresa Calinda (variedad premium de su producción), que las temporeras cobran aquí lo que ni soñando percibirían en Marruecos. “Nosotros pagamos 60 euros y todo son derechos y gastos, mientras allí, en Marruecos, trabajan de sol a sol y cobran menos de diez euros al día”. Matos añade que la competencia marroquí les obliga a renunciar al cultivo de los arándanos porque pierden dinero. “Aquí coger un kilo de arándanos nos cuesta entre 2,5 y 3 euros y allí (en Marruecos), 20 céntimos; sin embargo, ellos los venden en Alemania al mismo precio que nosotros, unos 3 euros, lo que implica que nosotros perdemos dinero y ellos lo ganan”. Este empresario que exporta el 80% de la producción de fresas a los países europeos, Emiratos Árabes, Shangai y Hong Kong reclama: “Hay que poner aranceles a la fruta que Marruecos exporta a Europa. ¡Que tengan que pasar por caja!”

Ya se sabe que, según los empresarios, las temporeras de la fresa ganan “mucho dinero”. Pueden superar los 1.600 euros (17.500 dihams) mensuales si las necesidades de la campaña las obligan a hacer horas extra. Esta cantidad, comparada con los 300 euros (3.000 dirhams) de salario medio en Marruecos es ciertamente “mucho dinero”. En cuatro meses de trabajo pueden duplicar lo que ganarían en un año de trabajo en su país.

Pero no todo es salario en los campos del oro carmesí. La empresa de los hermanos Matos, una de las más prósperas de las veintiuna domiciliadas en Almonte, saltó a la fama en 2019 cuando el New York Times se hizo eco de las vejaciones, el acoso y los abusos sexuales sufridos por las temporeras, cuya principal característica es la sumisión y el silencio por miedo a ser despedidas, devueltas y rechazadas por sus maridos y demás familia. A pesar del silencio sobre las violaciones y los abortos, en ocasiones se deciden a denunciar los abusos.

Ya en 2010 El País publicó un reportaje documentando la violencia sexual denunciada por trabajadoras marroquíes y polacas. Y en 2014 un tribunal de Huelva declaró a tres individuos culpables de “ofensa contra la integridad moral y de hostigamiento sexual” a las trabajadoras inmigrantes. Pero el reportaje de Aida Alami, con la colaboración de Rachel Chaundler, en el diario estadounidense, ha supuesto un aldabonazo para las autoridades de los reinos de España y Marruecos. La publicación (19 de julio de 2019) de los testimonios de las temporeras llevó a los gobiernos a desplazar una delegación especial para visitar algunas explotaciones y comprobar que, en efecto, todo estaba en orden. Lógicamente, no hablaron con las denunciantes.

La empresa Doñana 1998 ya las había despedido.

También los patrones tomaron nota de su aparición en la prensa internacional y crearon un instrumento para corregir comportamientos y evitar la mala fama, perjudicial para todos. Así, la poderosa asociación de productores Freshuelva ha premiado este año al presidente de la Federación Onubense de Empresarios, José Luis García-Palacios Álvarez, por “su incansable labor a favor del sector” y “por materializar una iniciativa como el Prelsi” (Plan de Responsabilidad Ético, Laboral, Social y de Igualdad) para garantizar la dignidad de las temporeras y el cumplimiento de la orden oficial Gecco. Por siglas que no quede. En la gala de Freshuelva también recibió el premio fresa de oro el presidente de la Junta de Andalucía, Juan Manuel Moreno Bonilla.

Sobre lo que sucede en los campos, la trabajadora marroquí L.H. contó cómo su jefe comenzó a hostigarla sexualmente poco después de su llegada a las explotaciones de la empresa Doñana 1998. Le prometió unas condiciones de trabajo y una vida mejor si tenía sexo con él. Incluso la llevó en su coche e intentó forzarla en un paraje solitario. Ella lo rechazó. Entonces “comenzó a obligarme a trabajar más arduamente”, declaró. “Las otras chicas me ayudaban cuando el trabajo se volvía demasiado difícil para mí”. L.H. tenía entonces 37 años, era madre de dos hijos y se encontraba embarazada.

Cuando la presión y el hostigamiento llegó al límite de lo soportable, esta trabajadora y otras nueve compañeras decidieron arriesgarse a perderlo todo, incluido el respeto, el apoyo y la comprensión de sus familias conservadoras en Marruecos (el marido de L.H. pidió el divorcio), se escaparon de los alojamientos pasando por encima y por debajo de las cercas porque la puerta principal, de metal, estaba cerrada, y corrieron campo a través hasta encontrar el camino hacia Almonte. Ya en el pueblo se pusieron en contacto con sindicatos y abogados y formularon varias demandas contra la empresa, incluyendo acusaciones de hostigamiento y abuso sexual, violación, trata de personas y transgresiones de derechos laborales. Conscientes de la gravedad de los hechos, letrados y dirigentes sindicales organizaron un encuentro con las demás trabajadoras. El resultado fue que noventa y una de ellas fueron despedidas y devueltas a Marruecos sin recibir el dinero de los días trabajados.

Terminaba Aida Alami en NYT: “Ahora H.L. se encuentra varada en España con su hijo recién nacido, a la espera de que salga el juicio”.

El observador pregunta cuál ha sido el resultado de la acción judicial.

De las tres causas del caso Doñana 1998, una se dirimía en los juzgados de lo social por vulneración de derechos fundamentales. La propia Inspección de Trabajo reconoció la veracidad de las denuncias sobre las condiciones de habitabilidad de los alojamientos y el cobro de una cantidad diaria a las temporeras por luz, gas y agua potable. Sólo por la luz les quitaban 59 euros al mes a cada una. Los módulos prefabricados, con tres literas para seis trabajadoras, no cumplían los mínimos para evitar el hacinamiento. Una ducha por cada 12 personas, un retrete para seis y una cocina-comedor por cada diez. La empresa Quirón Prevención reconoció en un informe previo a la denuncia de la letrada Belén Lujan ante la Inspección de Trabajo en nombre de las diez temporeras contra la esclavitud (así decidieron llamarse) y de otras 91 mujeres (despedidas inmediatamente por los dueños de Doñana 1998) que los módulos de 15 metros cuadrados incumplían la Ordenanza de Seguridad e Higiene, que establece ese mínimo de cuatro metros por persona, y señalaba que tampoco las literas poseían las dimensiones mínimas requeridas para el descanso. Con todo, la magistrada de lo social, Virgina Sesma, dio carpetazo:

“Sobreseimiento provisional”

Las causas penales por Delitos contra la Libertad Sexual y por Trata de Seres Humanos y Lesa Humanidad se hallaban documentadas con testimonios y grabaciones. El periodista Perico Echevarría reprodujo algunas en el periódico La Mar de Onuba. Una trabajadora dice que sufrió “episodios de violencia en los que Antonio Matos (copropietario de la empresa) intentó por la fuerza el contacto sexual”. Esta mujer dijo que el citado jefe la llevó “engañada” en su coche, “buscando una zona apartada donde consiguió penetrarla con los dedos”. Y aseguró que la situación de “absoluta necesidad” y “extrema vulnerabilidad” hizo que “algunas sucumbieran a la coacción”.

El relato fue refrendado por la psicóloga Esther Sanguiao, quien dijo al juez instructor de La Palma del Condado que la víctima le había confesado la agresión después de cuatro sesiones muy difíciles. Ésta profesional concedió “una veracidad total” a la víctima y expuso también a su señoría sus valoraciones sobre otras mujeres que dijeron haber sufrido acoso sexual y violaciones. “Una de ellas llegó incluso a prostituirse”, dijo. La psicóloga se extrañó de que ni el fiscal ni el juez mostraran interés en oír a la primera denunciante, después de mentalizarla para que declarase.

También los abogados se sorprendieron por la negativa reiterada del titular del juzgado a admitir como pruebas las más de nueve horas de audios y videos grabados por las temporeras durante su estancia en la finca de los hermanos Matos. Asimismo se rechazó el recurso para proteger la identidad de las presuntas víctimas. No hacían falta muchas luces para vislumbrar el resultado de la instrucción:

“Sobreseimiento provisional”.

El magistrado afirma en su auto: “No parece debidamente justificada la perpetración del delito”.

Respecto al presunto delito de trata de blancas, los abogados elevaron el tema a la Audiencia Nacional, que lo examinó y lo remitió al juzgado correspondiente de la Palma del Condado. Los letrados recurrieron la decisión al Tribunal Supremo. Al parecer, la principal prueba eran unas declaraciones del empresario acusado, afirmando que poseía videos (se filmaba a las temporeras) que demostrarían que algunas ejercían la prostitución en el recinto residencial dispuesto por la empresa. Según el relato periodístico de Perico Echevarría, Matos advirtió en tono amenazante: “Los videos van para Marruecos, para las familias”.

El observador pregunta qué pasó a continuación.

“Nada que sepamos”, contesta un letrado conocedor del recurso.

¿Impunidad o eso?

“Aristóteles dijo que un burro voló, puede que sí, puede que no”, tercia el colmenero Beni. “En todo caso –añade un interlocutor bien informado, que prefiere omitir su nombre para evitar represalias–, las autoridades marroquíes que visitaron los campos y el propio ministro de Trabajo del reino alauí dijeron que sus emigrantes temporeras no han sufrido violaciones”.

DOÑANA 2/ Chupópteros subvencionados por Moreno y Feijóo

Madrid, 23-05-2023.– Luis Díez

Las temporeras marroquíes de los frutos rojos que cayeron heridas el Primero de Mayo en el accidente de autobús que costó la vida a su compañera Sarah fueron aisladas por la empresa Surexport en el antiguo Hostal San Diego de San Juan del Puerto. Manijeros y empleados de seguridad las mantuvieron encapsuladas tras salir de los hospitales y los centros de salud y les impidieron recibir visitas de los representantes de varias entidades sociales. Algunas asociaciones han pedido la intervención del Defensor del Pueblo, Ángel Gabilondo, quien también puede actuar de oficio por iniciativa propia.

El periodista Perico Echevarría, director de la revista La Mar de Onuba, acompañó a los activistas de la Asociación Multicultural de Mazagón, La Carpa de Sevilla, Jornaleras de Huelva en Lucha y Mujer 24 H en su visita a las heridas tres días después del accidente. Querían saber cómo estaban, expresarles su apoyo, asesorarlas y ponerse a su disposición para cuantos trámites relacionados con las bajas laborales, las indemnizaciones por el accidente in itinere y otras materias necesitasen. Téngase en cuenta que ninguna de estas mujeres maneja el castellano y muy pocas se defienden en francés.

No pudieron hablar con ellas.

Echevarría, un periodista correoso que ha sobrevivido a mucha mala leche, cuenta que se encontraron la cancela cerrada por fuera con una cadena y un candado. Protestaron: “¿Por que las tienen encerradas?” Entonces un empleado quitó la cadena y colocó un letrero de “prohibido el paso”. Cuenta Echevarría que aparecieron otras personas supuestamente relacionadas con la compañía agrícola que parecían actuar como mediadores y les dijeron que no podían pasar al recinto por ser de “propiedad privada”.

Dentro, las temporeras convalecientes –huesos escayolados, collarines, vendajes– ni siquiera tuvieron opción de decidir si querían hablar con los visitantes. Y añade el director de La Mar de Onuba que ya el 2 de mayo, al día siguiente del accidente, los responsables de la empresa impidieron el acceso a Fátima Ezzohayry, representante de la Asociación de Mujeres Inmigrantes en Acción (AMIA), que había sido llamada algunas trabajadoras afectadas por el siniestro.

Del oscuro y ruin comportamiento de los jefes de Surexport, una de las compañías más potentes de la fresa, traen causa sus dificultades para encontrar trabajadores españoles. Ángel Méndez, un joven almonteño, ayudante en un taller mecánico, conoce el percal: “Son tipos de mala calidad, negreros. Pagan una mierda y alargan la jornada según les conviene”. En muchas explotaciones de esta (y otras empresas) los manijeros miden el rendimiento de cada bracero. “Si lo recolectas las cajas que ellos piensan que puedes recoger, te despiden”..

Miguel Benjumea, director adjunto de Surexport, no habla con periodistas. Como mucho emite comunicados si lo considera oportuno. Sobre el trato a las temporeras del país vecino no ha considerado oportuno pronunciarse. Sobre el aislamiento de las que resultaron heridas, tampoco. Es lógico. Pero en un publireportaje para la revista del sector FreshPlaza dice que “los trabajadores locales no se ven atraídos por el campo y prefieren otros trabajos, lo que nos lleva a buscar mano de obra extranjera, con las dificultades que esto supone”. Lógico.

Esta empresa cultiva unas mil hectáreas de frutos rojos en Huelva (400 en la zona del Rocío, corazón y devoción de Doñana, donde posee una nave de almacenaje y manipulación de la fresa), factura unos 200 millones de euros al año, con un beneficio neto del 10% y se sirve de mano de obra inmigrante en su mayoría. A través de los servicios de inmigración y empleo españoles transmite sus necesidades y condiciones a la administración marroquí, que se encarga de realizar las convocatorias para la contratación en origen.

Benjumea dice que también dispone de oficinas en Rumanía y Bulgaria para contratar personal. Necesitan un promedio de mil trabajadores durante la campaña de la fresa (febrero a mayo), aunque, según explicó a la revista de los supermercados, el año pasado alcanzaron 4.000 jornaleros en la época álgida de la campaña. “Es muy complicado contratar a tanta gente todos los años –añade–; hay que dar muchos pasos, desde la obtención de permisos de trabajo en España hasta la apertura de cuentas bancarias. Disponemos de alojamientos perfectamente acondicionados, pero también hemos de gestionar la convivencia de muchas personas de distintas nacionalidades y costumbres muy diferentes”. Lógico.

La falta de mano de obra local no es privativa de Huelva. Un fenómeno similar sufre esa compañía agraria en Galicia, donde se instaló en 2013 para cultivar los frutos rojos (fresas, frambuesas, moras y arándanos) bajo plástico en unas setenta hectáreas alquiladas a la Comunidad de Montes de Palacios, en los municipios de Cospeito y Begonte, en Terra Chá (Tierra Llana), en Lugo. Las largas jornadas laborales –de “abusivas” las han tachado los sindicatos–, los bajos salarios –“por debajo de lo estipulado en convenio”– y otras circunstancias desaniman a los trabajadores galegos a aceptar el empleo que ofrecen “los negreros”. De ahí que hayan tenido que buscar jornaleros en Centroamérica (Honduras y Nicaragua). Con poco éxito, por cierto, y que según testimonios de algunas trabajadoras, estén trasladando temporeras marroquíes desde Huelva.

La Voz de Galicia se hizo eco en agosto de 2021 de la denuncia de varios sindicatos y colectivos agrarios sobre las condiciones de trabajo de Surexport: jornadas laborales de más de doce horas diarias, sueldos inferiores a lo estipulado en el convenio y malas condiciones de higiene y salubridad, con el añadido de la pandemia del coronavirus Covid-19 en aquella campaña. Eso sin contar que las entidades sociales y de defensa del medio natural (Comisiones Obreras (C.OO), el Sindicato Labrego Galego (SLG), la Federación Rural Galega (Fruga), la Central Unitaria de Traballadoras (CUT), Adega, A Estruga, Madia Leva, Ecoloxistas en Acción y Terra Chá Sostible) han elevado su protesta a las autoridades contra los procedimientos de cultivo intensivo que aplica Surexport.

Los afiliados a las organizaciones mencionadas han repartido pasquines entre los vecinos y visitantes de la feria de Castro de Ribeiras del río Lea (afluente del Miño), y se han manifestado ante el almacén que Surexport posee en esa localidad para alertar sobre el abuso del agua y el uso elevado de productos químicos en los cultivos. Los activistas entienden que el modelo productivo de esa empresa esquilma la tierra, contamina las aguas y acaba por destruir a medio plazo más empleo del que crea con la contratación temporal de personal. Los directivos de la empresa cifran su plantilla en 300 empleados. Con todo, la Xunta de Galicia se comprometió, bajo la presidencia del actual líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, a comunicar las denuncias a la Inspección de Trabajo. El 70% de las inspecciones agrarias acabaron en sanciones en 2021. Sin embargo no existe constancia oficial de que las autoridades autonómicas galegas hayan actuado en las materias de su competencia sobre “la acaparación y la contaminación del suelo y el agua” par una agricultura intensiva que las entidades sociales han calificado de “ofensiva contra nuestro medio rural”.

En lugar de eso, la conselleira de Feijóo, Ángeles Vázquez Mejuto, bendijo la ampliación de las explotaciones de Surexport en O Arneiro, donde esa compañía agenció 30 hectáreas más de terreno labrantío para producir fresas, frambuesas y arándanos. Vázquez citó las partidas de dinero público en beneficio de esta empresa y se mostró dispuesta a crear y concederle el sello Horta de Galicia. Los directivos Miguel Benjumea y José Ángel Roca le dijeron que iban a crear 150 nuevos puestos de trabajo con 1,5 millones de euros de inversión.

La compañía Surexport ha recibido también cuantiosas ayudas de dinero público de la Junta de Andalucía. Decenas de miles de euros han sido para alojamientos de sus trabajadoras temporeras. El Ejecutivo de Moreno Bonilla incluyó además a esta sociedad en el último reparto de 20 millones de euros entre ocho empresas grandes con proyectos de mejora y ampliación de sus instalaciones. Las ayudas fueron directas a las empresas elegidas, mientras otras de gran tamaño, que también solicitaron dinero público para complementar su inversión, quedaron fuera por falta de fondos. ¿Favoritismo o eso?, se pregunta el observador.

¿Han llegado los fondos buitre a las explotaciones del agro en Doñana? Detrás de la compañía agraria que mayor riqueza carmesí extra del parque y anteparque natural más importante de Europa –con tierras agenciadas en Galicia, Portugal, Marruecos y Kenia para producir y esportar frutos rojos todo el año figura la familia de origen valenciano Morales Vilar. Tres hermanos, Cristian, Oscar y Andrés, ocupaban la presidencia y los cargos de consejeros de Surexport hasta enero de 2021 en que ampliaron el capital social de 69.000 a 945.000 euros. Pero desde hace dos años, su consejo de administración se amplió y pasó a manos de sociedades inversoras de capital foráneo, de modo que solo una de ellas, Becrisan Brands, de la que Andrés Morales Vilar es administrador único, figura como consejera delegada. El resto del consejo está ocupado por Mideslonia, Partilonia, Paulonia y Flenox.

¿Quién hay detrás? Las tres tienen su sede social en la calle José Ortega y Gasset, 29, de Madrid (Barrio de Salamanca). Mideslonia está representada por Gonzalo de Rivera García de Leaniz y su administrador único es Mercacapital Private Equity Sgecr SA, del que Rivera es consejero delegado. Partilonia, Paulonia y Flenox son instrumentos societarios de Mercacapital y Alantra Partners SA. Son los encargados de canalizar inversiones y repartir los beneficios de los rentables frutos rojos. Luego ya el vicesecretario del consejo de administración de Surexport, Carlos Beltrán de Tárrega, se anuncia como experto en fusiones y adquisiciones mercantiles. “El tipo posee intereses en Galicia como apoderado de la concesionaria Novo Hospital de Vigo”, dice el apicultor Benito Casqueiro, mostrando datos profesionales del citado ejecutivo en Internet.

DOÑANA 1/ Sangre, sudor y fresas

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