Las víboras de Toledo

EL LUNES TE CUENTO

Erase una vez un arzobispo que declaró exentas de veneno a todas las víboras nacidas y criadas en un círculo de doce leguas en torno a Toledo. ¿Por qué de doce y no a veintiún leguas, por ejemplo? ¿Por qué las víboras y no otros reptiles y bichos venenosos? Puesto que el primado de España era el más alto representante de Dios en aquella tierra, se le suponía inspirado por el Espíritu Santo, de modo que a nadie se le ocurría pedirle explicaciones sobre aquel don del cielo. Y, por otra parte, a los habitantes de la ciudad y su entorno les parecía estupendo que las víboras no tuvieran veneno. Téngase en cuenta que los españoles siempre fueron más proclives a la creencia que a la ciencia.

Pero la declaración de monseñor y su alto grado de predicamento dejó muy preocupado al doctor Chavas, el médico del rey Carlos II, quien la consideró una solemne majadería. Aunque no deseaba enfrentarse al purpurado, el juramento hipocrático le obligaba a combatir la enfermedad, así que escribió un opúsculo, “Tratado de la víbora”, dirigido a hacer saber a la población que la picadura de la víbora era tan mortal en la capital toledana y sus aledaños como en el resto de la Península Ibérica.

Ni que decir tiene que el arzobispo se soliviantó y lanzó a los agentes del Santo Oficio contra aquél impío que se atrevía a negar un don del cielo. El rey no quería líos y dejó hacer, y los colegas de Chavas, envidiosos de su puesto y de la elevada consideración de la que disfrutaba en la Corte, se abstuvieron de defenderlo. El eminente Chavas, que ya contaba setenta y dos años, acabó en los calabozos de la Inquisición, acusado de haber escrito un “Tratado” contrario a la fe católica. El pliego de cargos le imputaba el delito de “haber hablado de las víboras en términos malsonantes y heréticos”.

Tres siglos y medio después, otro médico, el doctor chino Li Wenliang, advirtió de la aparición de un virus (veneno) muy contagioso y mortal, y fue reconvenido y encarcelado “por alterar la paz y el orden social”. El brote de coronavirus se propagó a una gran velocidad, Wenliang murió víctima del maldito virus y, salvando las diferencias entre la terrible pandemia que ha matado a cientos de miles de personas y la mordedura de las víboras, la credibilidad de las autoridades chinas quedó a la altura del betún, es decir, como la de aquel arzobispo.

A las víctimas de las creencias

Deja un comentario